La obesidad, definida por un índice de masa corporal igual o superior a 30 kg/m², ha dejado de ser un problema individual para convertirse en una epidemia global que afecta a niños, jóvenes y adultos de todos los continentes. La Revista Española de Cardiología advierte que su acelerado incremento está directamente vinculado a la urbanización, el consumo de alimentos ultraprocesados y la disminución de la actividad física, factores que han deteriorado la calidad y la esperanza de vida en múltiples poblaciones.
Más allá del exceso de peso visible, la obesidad constituye un factor de riesgo cardiovascular de primer orden: favorece la aparición de hipertensión, dislipemia y alteraciones en la glucosa, y se asocia de manera independiente a eventos graves como infartos, insuficiencia cardíaca, enfermedad cerebrovascular y muerte súbita. Estudios citados por la revista señalan que incluso la obesidad abdominal —medida por circunferencia de cintura— eleva significativamente el riesgo cardiometabólico.
Los mecanismos fisiopatológicos que explican esta relación incluyen inflamación crónica, resistencia a la insulina, alteraciones del perfil lipídico y disfunción endotelial, condiciones que aceleran la aterosclerosis. A esto se suman cambios estructurales en el corazón —engrosamiento ventricular, rigidez miocárdica y sobrecarga circulatoria— que predisponen a insuficiencia cardíaca y arritmias como la fibrilación auricular. El resultado es un escenario clínico donde la obesidad actúa como detonante y amplificador de múltiples patologías.
La carga de enfermedad asociada es amplia: mayor incidencia de cardiopatía isquémica, más casos de tromboembolismo pulmonar y un aumento sostenido de discapacidad y mortalidad por causas cardiovasculares. Por ello, la publicación subraya el enorme impacto social y sanitario de esta condición, que requiere respuestas urgentes y coordinadas entre gobiernos, instituciones médicas y comunidades.
La Revista Española de Cardiología plantea un abordaje integral que combine estilos de vida saludables, fomento de la actividad física, control de factores metabólicos y, cuando sea necesario, tratamientos farmacológicos o cirugía bariátrica. Pero advierte que, sin programas preventivos de gran alcance —basados en educación, regulación alimentaria y promoción de salud— la tendencia seguirá en aumento. Frenar la epidemia de obesidad, concluye, es clave para reducir el peso creciente de las enfermedades cardiovasculares en el mundo.