Escrito por: Yenice Chavez Flores
En calles y redes sociales, la ciudadanía empieza a tomar postura frente al aumento de casos de extorsión y cobro de cupos en Arequipa. La mayoría coincide: si reciben amenazas, denunciarán. “No me voy a quedar callada, porque si uno se deja, luego siguen con otros”, dice Lourdes, comerciante del Cono Norte. “Es mejor ir a la comisaría. ¿Qué podemos hacer?”.
Las opiniones recabadas en Paucarpata, Miraflores y Cerro Colorado muestran una tendencia clara: la gente está cansada. Aunque el miedo existe, prima la necesidad de cortar el avance del delito. En redes como TikTok o Facebook, sin embargo, persisten los mensajes de desconfianza: “Denunciar para que te maten nomás”, se lee en los comentarios de una nota sobre extorsiones. “La policía no hace nada”, dice otro usuario en un video de X.
Jhonatan, un joven de 23 años, conoció el caso de su primo, dueño de un taller en Zamácola. “Le llegó una carta rara con un número. Al principio pensó que era broma, pero luego lo volvieron a contactar y ya no dudó. Fue a la comisaría, aunque lo pensó bastante. Tenía miedo, pero dijo que era mejor hacer algo que quedarse callado”, cuenta. Hoy, él mismo asegura que lo haría sin dudar. “Si uno no denuncia, solo está alimentando a estos tipos. Se sienten con poder”.
EXTORSIÓN. Además del cobro de cupos, ha resurgido el sistema del “gota a gota”: préstamos informales ofrecidos por personas con pagos diarios bajo amenaza.
Muchas veces, estos casos de convierten en extorsión cuando se exigen los pagos bajo amenazas, incluso cuando ya se cubrió lo prestado, este método también involucra a extranjeros, lo que ha intensificado discursos xenófobos en varios sectores. “La gente no lo dice fuerte, pero ya todos asumen que si es extorsión, es un venezolano”, comenta Julio, taxista en Hunter. “Eso también es peligroso, porque se generaliza y terminamos atacando a los buenos”.
RECOMENDACIONES. La Policía ha reiterado que denunciar es clave. Según efectivos de la Divincri, aunque algunas personas temen represalias, pueden presentar su caso sin exponerse públicamente. “Tenemos formas de intervenir sin que la víctima quede desprotegida. Con una sola denuncia se pueden detectar patrones y analizar movimientos”, señalan.
En distritos como Alto Selva Alegre y Socabaya, grupos vecinales comparten fotos de motorizados sin placas, alertas de panfletos y mensajes sospechosos. Los negocios ahora cierran más temprano, algunos han instalado cámaras.
Pese a todo, la ciudadanía se reorganiza. “No podemos normalizar esto. Si callamos, es como si estuviéramos dándoles permiso para seguir”, dice Gabriela, madre de dos niños. Mientras tanto, el miedo convive con la decisión. Arequipa no quiere acostumbrarse a vivir bajo amenaza.