Escribe: Dante E. Zegarra
Hace dos siglos se produjo la jura de la independencia del Perú en Arequipa, fue un acto de adhesión plenamente libre. Fue distinto al acto que presidió en Lima, José de San Martín, el 28 de julio de 1821, en su plaza mayor.
El juramento en Arequipa fue una adhesión a la independencia peruana, como lo dispuso el prefecto y comandante general del departamento, general Francisco de Paula Otero en su bando del 1 de febrero de 1825. No fue tumultoso ni se realizó masivamente en un solo día.
Francisco de Paula Otero en el Bando que comunicó a la ilustre municipalidad, recordó que “el juramento es un vínculo sagrado, que une a los hombres entre sí, y con su soberano dueño, es el acto más serio, que pueda ejercer la criatura racional, y por lo mismo debe prestarse con la libertad, circunfección y decoro que demanda su importancia”.
Siguiendo la lógica del pensamiento expresado en el Bando se señala en el primer artículo “que aproximándose los días solemnes en que este Departamento va a declarar a la faz de la tierra su incorporación a la república del Perú, y a jurar su absoluta y eterna independencia del Gobierno español y de todo poder extranjero, a persona o personas de cualquier clase o dignidad, que sean, que no quieran prestar este juramento, pueden manifestar su opinión, y en consecuencia pedir pasaporte para aquel país de mundo viejo, que más le acomode, pues el Gobierno del Perú, al romper las cadenas de la tiranía, no piensa ligar a ninguno contra su voluntad, ni menos obligar a que se profane su Santo Nombre de Dios”.
El prefecto Otero Goyechea, agregó en su Bando que “el que no queriendo sujetarse al Gobierno de la república, no hiciere uso de la libertad, que declare este artículo, sería reputado como enemigo mortal de la patria y perseguido como tal”.
Más adelante en el Bando Prefectural se indica: “Que el domingo 6 del corriente a las 9 de la mañana se presentarán en la Casa de la Prefectura todas las autoridades cívicas, eclesiásticas y militares a prestar el juramento de Independencia en la forma que se irá y en la que lo recibirán a sus respectivos cuerpos en los días subsiguientes”.
Las autoridades que prestaron el juramento conforme al art. 3 del Bando, al concluir el acto, se dirigieron al templo “a dar gracias al ser supremo inenarrable beneficio de habernos sacado de la esclavitud, y elevado a la dignidad de hombres libres”, a cuyo propósito se practicaron los ritos dispuestos por la Iglesia.
El mismo 6 de febrero, a las cuatro de la tarde, se hizo la publicación de la independencia, paseando por plazas y calles el pendón del Perú con el ceremonial especial acordado para la augusta función.
El Bando Prefectural dispuso que “desde el día 7 para adelante las autoridades civiles, eclesiásticas y militares empezaran a recibir el juramento de Independencia de los individuos de los cuerpos de que son cabeza” y habiendo concluido den parte a la Prefectura, adjuntando las constancias correspondientes.
Las constancias eran el libro o cuaderno en que estuvieran los juramentos firmados de todos los que lo habían realizado. También debían dar cuenta de quienes no querían prestar el citado juramento, para adoptarse las medidas correspondientes.
LA FÓRMULA DEL JURAMENTO. Según lo dispuesto por el prefecto Otero, el juramento era el siguiente: “Yo, NN juro a Dios, que reconozco la independencia de la república del Perú. En que es comprendido el departamento de Arequipa, que la defenderá constantemente del gobierno español, y de toda dominación extranjera, haciendo para ello uso de los bienes de naturaleza y fortuna, que Dios me ha dado, y cumpliendo exactamente en mi estado con las leyes sancionadas y mandadas públicas por el Poder Soberano. Si así lo hiciere Dios me cuide y si no me lo demande, y mi nombre sea borrado de la lista cívica del Perú, e infamado para siempre y para su constancia, lo firmo”.