A 182 kilómetros al norte de Lima, un equipo de arqueólogos de la zona arqueológica de Caral, dirigido por la antropóloga peruana Ruth Shady descubrió una nueva estructura piramidal en el "Sector F" del cercano sitio arqueológico de Chupacigarro
Esta nueva estructura cubierta de árboles y arbustos reveló tras su excavación muros de piedra con, al menos, tres plataformas superpuestas y grandes "huancas" (piedras verticales) que, además de marcar la situación de las esquinas del edificio y de la escalera central, que conducía hasta su punto más alto, cumplían también una función ritual.
El sitio de Chupacigarro se encuentra en un pequeño desfiladero y, junto a la ciudad sagrada de Caral-Supe, formaba parte de un sistema mayor que abarcaba estos y otros asentamientos en el valle de Supe, pertenecientes a la civilización Caral (3000-1800 a.C.).
Este desfiladero funcionaba como nexo de comunicación entre el valle y la costa de Huaura, permitiendo el comercio y el intercambio de recursos tanto marítimos como agrícolas que eran vitales para las comunidades de la región.
El centro del asentamiento está formado por doce estructuras públicas y ceremoniales distribuidas en colinas alrededor de un espacio central presidido por un edificio principal con una plaza circular. Los arqueólogos también han identificado diversas áreas residenciales situadas en los alrededores, lo que, según ellos, sugiere que pudo haberse edificado un pequeño núcleo urbano con estructuras tanto públicas como privadas.
Las edificaciones varían tanto en tamaño y orientación como por sus características, lo que hace suponer a los investigadores que estas habrían sido construidas así por su funcionalidad. En cada edificio se pueden observar diversas fases de construcción, en las que varían las técnicas, los materiales empleados, así como el diseño, el uso del espacio, la decoración y los elementos arquitectónicos.
Además de estos hallazgos, los arqueólogos descubrieron en Chupacigarro un geoglifo que representa una cabeza de perfil en estilo Sechín, una cultura situada a unos 130 kilómetros al norte de la ciudad de Caral. El geoglifo, que mide 62.1 por 30.3 metros y fue trazado con la cara orientada al este, el ojo cerrado y la boca abierta, solo puede observarse desde un punto muy concreto.
Según los investigadores, este importante hallazgo no hace más que subrayar la importancia ritual y simbólica de Chupacigarro, que posiblemente mantuvo una estrecha conexión con la ciudad sagrada de Caral y con las poblaciones costeras del valle de Huaura.