El gobierno de Oscar Benavides intentó atenuar esta caótica situación, presentando dos proyectos de ley: Aumentar la contribución que pesaba sobre la renta y crear un impuesto sobre las remuneraciones de empleados civiles, militares, eclesiásticos y gerentes de bancos, fábricas y talleres.
Estas iniciativas del gobierno, generaron el rechazo de la población arequipeña; conformaron un comité multisectorial, integrado por empresarios, comerciantes y obreros; quiénes enviaron numerosas solicitudes al Estado y al congreso, manifestando su desacuerdo a estos proyectos de ley.
Los días 28 y 29 de enero de 1915 empezaron a circular avisos sobre la organización de un mitin, en rechazo a las abusivas e injustas medidas adoptadas por el gobierno de Benavides, la convocatoria estaba hecha para el sábado 30 a las 15 horas.
A pesar de que la prefectura negó el permiso para la realización del mitin, llegado el día y la hora indicada un importante número de ciudadanos de todos los círculos sociales se congregaron en el Boulevard Parra. También se dieron cita el subprefecto Carlos Benavides, el jefe de la Guardia Civil Carlos Cáceres Butrón, guardias armados con rifles y un piquete de gendarmes montados en caballos. Todos los establecimientos comerciales suspendieron sus actividades tempranamente y pegaron un aviso en sus puertas que decía: “Cerrados en señal de protesta contra los nuevos impuestos”.
A las 4 de la tarde, la multitud emprendió su trayecto con dirección a la Plaza de armas, las fuerzas policiales los seguían por la parte de atrás. Al llegar a la plaza, se ubicaron delante del atrio de la catedral, el catedrático de la Universidad Nacional de San Agustín, Augusto de Romaña fue el primero en dirigir unas palabras al pueblo, posteriormente el comerciante Víctor J. Dávila dio lectura a un memorial dirigido al congreso nacional, en donde manifestaban su férrea oposición a los nuevos impuestos.
Concluida la lectura del manifiesto, el tropel se dirigió al local de la prefectura con la intención de entregarle al prefecto José María Rodríguez del Riego, el documento leído en la Plaza, al llegar a la primera cuadra de la calle San Francisco se cruzaron con el prefecto, quien estaba acompañado de su colaborador y numerosos gendarmes; después de intercambiar algunas palabras, la autoridad y la población se dirigieron a la prefectura. Luego de recepcionar el escrito, el prefecto ordenó que se dispersaran los manifestantes, como hicieron caso omiso a la exhortación, los gendarmes empezaron a atacarlos violentamente con sus rifles y sables.
Algunos guardias ubicados en el techo de la prefectura hicieron fuego sobre la turba. El pueblo desconcertado por tan sorpresiva emboscada, huyó despavorido buscando refugio en las casas vecinas, desesperados abrían a patadas las puertas. Otros valientes pobladores se enfrentaron a los gendarmes en desigual lucha.
Después de la cobarde agresión, del cuartel de Santa Marta salieron tropas del regimiento de caballería Nro. 1 con el fin de apagar cualquier intento de rebelión.
Horas más tarde de tan tristes acontecimientos la ciudad quedo sumida en silencio y tranquilidad, como consecuencia del feroz tiroteo, se podía observar en las calles los charcos de sangre y en las paredes de las casas las huellas de las balas.
Esta terrible matanza, como la denominó Jorge Basadre, dejó el lamentable saldo de 10 personas muertas y 14 heridos.
LA CIUDAD DE LUTO
EL día 31, a muy tempranas horas de la mañana fue detenido el señor Cayetano Arenas, presidente del Círculo de Obreros Católicos y propietario de una fundición y herrería, similar suerte tuvieron el doctor J. Enrique Vargas y don Julio Laurie.
En horas de la tarde el Concejo Provincial se reunió, llegando al acuerdo de realizar una colecta entre todas las instituciones locales para ayudar a los heridos y sepultar a los difuntos, asimismo enviar un cablegrama dirigida al presidente y a los senadores y diputados por Arequipa, protestando por la actitud del prefecto.
El 2 de febrero se realizó el entierro de las víctimas, el cortejo fúnebre partió del Hospital Goyeneche con dirección al Cementerio General de la Apacheta, más de 10 mil arequipeños se dieron cita para despedir a los valientes ciudadanos, que fueron abatidos por la policía.
Lamentablemente estas muertes quedaron impunes, el gobierno apoyado por los tribunales militares dilató el proceso y finalmente el 11 de agosto de 1917 mediante ley Nro. 2427, se le otorgó la amnistía a Rodríguez del Riego.