El gato andino, uno de los felinos más raros y amenazados de Sudamérica, ha cobrado una relevancia especial en el Perú gracias a su valor ecológico y al reconocimiento que ahora alcanza en la moneda nacional. Adaptado a los ecosistemas de alta montaña, el Leopardus andinus presenta un pelaje plateado con rosetas oscuras, cuerpo compacto y una cola gruesa que le permiten sobrevivir en alturas extremas donde pocos mamíferos prosperan. Sus diferencias con el conocido Leopardus jacobita —especialmente en el patrón facial y la estructura corporal— han sido fundamentales para su clasificación.
El descubrimiento formal de esta especie fue posible gracias a relatos de comunidades andinas y al trabajo científico que, mediante cámaras trampa y análisis genéticos, confirmó su linaje diferenciado de más de un millón de años. Su distribución abarca zonas remotas del sur de Perú y Bolivia, donde habita entre los 4000 y 5000 metros de altitud. Allí cumple un rol clave como depredador de roedores y aves, manteniendo el equilibrio ecológico en hábitats frágiles y de difícil acceso.
Actualmente, la supervivencia del gato andino enfrenta una fuerte presión debido a la fragmentación del hábitat, la minería, la expansión agrícola y la caza. Con menos de 2500 adultos en toda su distribución, su conservación depende de tecnologías como cámaras trampa y GPS, así como de campañas educativas dirigidas a comunidades altoandinas que históricamente han atribuido al felino un profundo significado espiritual en la cosmovisión quechua y aymara.
La inclusión del gato andino en la moneda peruana de un sol en 2019 marcó un punto de inflexión en su reconocimiento público. Como parte de la serie “Fauna Silvestre Amenazada del Perú”, la pieza contribuyó a posicionar a la especie como un símbolo de identidad y conservación. Esta difusión, fortalecida por iniciativas científicas y culturales, ha impulsado un llamado nacional para proteger a uno de los animales más emblemáticos del mundo andino.