El 20 de agosto de 1643, Arequipa recibía jubilosa a su nuevo obispo, Agustín Ugarte Saravia, conocido por difundir la devoción a la Virgen del Carmen y por haber fundado dos monasterios de Carmelitas Descalzos, uno en Lima y otro en Guatemala; se esperaba que haga lo mismo en la ciudad del Misti, pero lamentablemente su estadía fue muy breve y lo trasladaron a Quito.
En 1665 dos religiosas arequipeñas del convento de las Carmelitas Descalzas de Lima fueron enviadas a la ciudad de Sucre en Bolivia para fundar un nuevo monasterio, sus nombres eran Teresa Butrón Calderón e Inés Moscoso Butrón. En 1673 fueron comisionadas al Cusco para cumplir la misma misión, después de arduos sacrificios finalmente el 15 de octubre de 1676 se celebró la culminación del naciente recinto sagrado, las dos carmelitas descalzas arequipeñas querían ahora cristalizar su sueño, la fundación de un monasterio dedicado a la Reina del Carmelo en la Ciudad Blanca.
El 30 de agosto de 1709, partieron de la ciudad del Cusco las tres madres religiosas, escogidas por el arcediano José Antonio Moscoso, para fundar el Monasterio de Santa Teresa en Arequipa.
A principios de noviembre de 1710, las monjas carmelitas María de Cristo, Micaela de Santa Teresa y Antonia del Espíritu Santo se presentaron ante el Venerable Cabildo Eclesiástico de la ciudad para anunciarle la culminación de la construcción del nuevo convento e iglesia y que se les otorgue la respectiva licencia.
INAUGURACIÓN. Algunos días más tarde el Venerable Cabildo se reunió para evaluar la solicitud de las madres fundadoras; determinando que el 20 de noviembre realizarían una inspección del recinto y si esta era favorable el día 23 se llevaría a cabo la traslación y colocación de la iglesia.
El día de la inspección, revisaron minuciosamente todas las instalaciones y elaboraron un inventario de todos los bienes, dando su aprobación para la tan ansiada inauguración.
A las 4 de la tarde del 23 de noviembre salieron de la Catedral, el deán Rodrigo de Villegas, los miembros del Cabildo Eclesiástico y Real, las madres fundadoras y las principales autoridades civiles, fue sacado en solemne procesión el Santísimo Sacramento y las imágenes de San Juan de Dios, Santa Marta, San Ignacio de Loyola, San Pedro Nolasco, San Francisco, Santo Domingo, Santa Catalina de Sena, Santa Teresa de Jesús, San José y Nuestra Señora del Carmen.
Todas las calles estaban ricamente adornadas, numerosos arcos triunfales y en cada esquina se levantaron suntuosos altares, culminada la procesión en el estrenado monasterio, se colocó en el Sagrario al Santísimo Sacramento, festivos aplausos, repique de campanas y estruendosos cohetes fueron el marco de tan imponente ceremonia.
El notario Miguel de Goyzueta procedió a leer el acta de nombramiento de la nueva priora del monasterio, cargo que cayó en la persona de la madre María de Cristo, después de esta proclamación, el deán Rodrigo de Villegas entregó las llaves de la sacristía y claustros a la electa madre priora.
Aquella noche se vivió un ambiente de fiesta en Arequipa, pueblo extremadamente católico, por tres días consecutivos se celebró la santa eucaristía con asistencia de los personajes más notables de la ciudad.
El principal benefactor del monasterio de Santa Teresa, fue el corregidor Bartolomé Sánchez Manchego, él agilizó la culminación de las obras, además costeó la misa conventual de todos los días y el pan paras las hermanas.
Desde el día de su inauguración hasta el 4 de diciembre, ingresaron siete jóvenes arequipeñas a los nuevos claustros y así poco a poco la comunidad religiosa fue creciendo.
Para encaminarlas en su fe, se nombró como maestra de Novicias a la madre Teresa Antonia del Espíritu Santo y como capellán al padre José Barcelo.
Desde su primer año de existencia el monasterio de Santa Teresa festejó con solemnidad los cultos de Semana Santa y la fiesta de su patrona, la Virgen del Carmen.
En la actualidad el monasterio de Santa Teresa sigue dedicado a la consagración de vocaciones religiosas y posee además uno de los museos más atractivos para los turistas, en donde pueden observar valiosas piezas de orfebrería, escultura y pintura.