La partida de Gerardo Chávez, ocurrida el 22 de junio a los 87 años, marcó el cierre de una vida consagrada al arte y a una visión creativa marcada por los golpes tempranos de la infancia. La influencia de su hermano Ángel y la muerte de su madre cuando tenía cinco años moldearon un espíritu vitalista que encontró en la creación un refugio y una forma de expansión. Desde esos cimientos, su obra se convirtió en un referente ineludible de la cultura peruana.
A lo largo de su carrera, piezas como “La creación del nuevo hombre”, “La estrella del amanecer”, “El último ídolo”, “Mama” y, sobre todo, “La procesión de la papa”, consolidaron su presencia en la historia del arte nacional. Esta última —monumental, de 2.50 m por 12 m— obtuvo recientemente el Registro de Bien Integrante del Patrimonio Cultural de la Nación, un reconocimiento justo aunque tardío que reafirma la potencia simbólica de su legado. Ese impacto visual y sensorial es el que marcó a quienes visitaron el museo que él mismo fundó en 2006.
En ese escenario, la reapertura del Museo de Arte Moderno de Trujillo —tras el cambio nominal de su denominación original: Museo de Arte Moderno Gerardo Chávez— se convierte en el nuevo eje que articula su presencia póstuma. Ante este retorno, su hijo y curador, Gerardo Chávez-Maza, explica: “Reabrir el museo para mí significa un acto de revolución cultural. En una ciudad que vive con constante violencia, nosotros nos ponemos como un frente ante eso. Los museos deben cumplir con la responsabilidad de ser espacios que permitan acercar al público a la belleza y, por tanto, también a contribuir con la transformación social a través del arte.”
Consultado por el cambio de nombre del museo, Chávez-Maza precisa que inicialmente se optó por el nombre de su padre por el descuido del Estado hacia su obra. Ahora, señala una nueva etapa: “Hoy en día, se ha replanteado como un espacio neurálgico para la ciudad, un museo vivo que aporta además una programación de temporadas de exposiciones que van cambiando a lo largo del año para mantener un público constante. Nuestro objetivo es activar las narrativas y las lecturas del arte regional en diálogo con artistas internacionales y de otros lugares del país.”
La conversación también aborda la potencia simbólica del universo visual de Chávez. Sobre ello, su hijo afirma: “La cosmovisión moche es la que acompaña a la obra de mi padre y refleja mucho su relación con la tierra, el Tánatos, la reproducción, la fertilidad, la guerra y los ciclos de la vida.” Y añade una crítica necesaria al tratamiento que recibió su obra: “El Perú es un país en donde radica mucho la envidia. La envidia que se ha tenido a la obra de mi padre ha sido evidente. A lo largo de su trayectoria ha habido momentos en que no se ha querido celebrarlo tanto.”