Escrito por: Sarko Medina Hinojosa
Jorge Malpartida aprendió del oficio de reportero lo mejor que uno puede para la narrativa, que es captar aquellas historias que son cuanto más impresionantes por lo anónimas que parecen ser.
¿El periodismo ayuda a la creación literaria o es un mito? El periodismo es solo una de las tantas aristas para acercarse a la escritura. Ni mejor ni peor. A mí, este oficio me ha permitido aprender a escribir con una hora de cierre encima, bajo presión y sin poner excusas. También ayuda para corregir, reescribir o eliminar de tajo un texto que no funciona, porque en una redacción aprendes a que te editen, a que te lean otros, señalen tus errores y apunten las posibilidades de mejora, o lo que no les gusta de tus historias, o que te digan en tu cara y frente a todos tus colegas “oye, esto es una basura, no se entiende, bórrame todo y empieza de nuevo”. Y, aprendes a escuchar a los demás, descubres que tus historias, autorreferenciales o biográficas, no son tan interesantes si es que las comparas con lo que pueden contarte otros. En ese sentido, el periodismo ayuda a desmitificar la escritura. La aterriza. No podría escribir de la forma que quiero, o puedo, si no hubiera sido reportero.
¿Qué significó estar en la compilación del Premio OEI de Cuentos de Ciencia y Tecnología? Es un gran impulso para mi trabajo porque mi relato fue seleccionado entre más de 500 textos de 17 países, por un jurado de autoras y autores muy prestigiosos y admirables como Martín Felipe Castagnet, Liliana Colanzi o Fernanda Trías. Además, se publicará en una antología bilingüe (vía Compañía Naviera Ilimitada Editores) que tendrá distribución internacional. Por ese lado, es gratificante, ya que permite llegar a más lectores. Y en el aspecto creativo, es una incursión en nuevos territorios narrativos: en este cuento premiado exploro la ciencia ficción y las posibilidades de extender la vida a partir de la tecnología.
En tu caso no solo te nutres de literatura convencional ¿no? Como individuo del siglo XXI, bombardeado por Internet, mi consumo cultural es abundante y caótico: están los libros, claro, de ficción o no ficción, pero también está el anime descargado (o ahora en streaming), la música punk (y otras melodías del underground), las películas que veía en los buses interprovinciales, o en un DVD pirata, o por fragmentos en Youtube, las series que agarraba comenzadas en el cable, los cómics comprados en los kioscos, o en una feria de segunda mano. Están las narrativas orales que nos rodean: el relato del taxista, el chisme que recorre la cola del banco, del supermercado, del hospital, y luego llega hasta ti a medias. O la historia de un amigo o familiar que tiene dos, tres o cuatro versiones contradictorias. Todo eso se mezcla, se amplía, se deforma y surge material literario.
Has fichado por Editorial Aletheya ¿puedes adelantar de qué se tratará el libro? Es un conjunto de cuentos que transcurren en ciudades de mi cartografía personal: Arequipa, Lima y Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Los personajes intentan encaminar sus proyectos de vida en medio de las crisis de la posmodernidad. En estas historias se combina el material literario con referentes de la cultura popular: hay otakus, cazadores de ovnis, punks y reporteros. No quisiera adelantar mucho más sobre las tramas. Solo que el libro se publicará este 2024, y ojalá pueda abrirse paso hacia los lectores.