Cultura

“La belleza de un libro está en la eficacia del texto”

Edward Medina es un arquitecto arequipeño, posee un máster en Análisis Teoría e Historia de la Arquitectura. Además, publicó libros y participó en poemarios y ensayos. Recientemente, lanzó su primer libro de cuentos, Robarás el fuego (Borrador Editores, 2023). Actualmente, es profesor en dos universidades peruanas.

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Edward Medina apunta en su primer libro de cuentos a darse el gusto de explorar por sí mismo diversas maneras de presentar los textos, confiando en su eficacia para sorprender.

¿La arquitectura influyó en ti para tu narrativa?

Sin duda. Mi profesión me ha sido bastante útil para la construcción narrativa del espacio y la ciudad. Algo que se aprecia bien en mis cuentos “El fuego invisible” y “Laberinto”. Pero, sobre todo, en el método. La escritura y el diseño arquitectónico tienen procesos de elaboración similares. Ambos parten de una idea clave que se va transformando a medida que se profundiza en ellos. Puede decirse que se manejan bajo los mismos preceptos.

Hay una frase de Louis Sullivan, muy conocida entre arquitectos, que me ha ayudado mucho a la hora de escribir: «La forma sigue a la función». Que en escritura no es otra cosa que supeditar las palabras a lo que se necesita contar. La forma literaria es, o debiera ser, una arcilla maleable capaz de ajustarse para lograr el mayor efecto posible y no dejar indiferente al lector. 

¿De qué va Las ciudades imaginarias en la literatura latinoamericana del siglo XX?

Es un estudio en el que confluyen dos grandes intereses: la arquitectura y los libros. Es un intento de comprender, con herramientas del urbanismo moderno, ciudades como Macondo, Comala y Santa María. No es una tarea fácil, pues no son lugares construidos con ladrillos, sino con palabras. Sin embargo, están repletos de mitos y símbolos con una capacidad de seducción enorme y que, en nuestras ciudades actuales, tan vacías y carentes de significado, hacen mucha falta. 

Sobre Robarás el fuego, varios de los cuentos tienen diversas técnicas, ¿algún motivo estético?

Más que estético se trata de razones muy prácticas. Cada cuento se vale de una técnica distinta porque así lo demandan los personajes y la historia.

Creo que el mayor mérito de un escritor es encontrar la forma más eficaz en que una historia puede ser contada. De ahí que el cuento “Laberinto” recurra a un narrador en segunda persona, algo poco usual, pero necesario para darle ese aspecto de conciencia desdoblada, a la vez que simula una voz que confronta al lector.

En “El eslabón y la cadena”, el registro cambia a un intercambio de anécdotas y correos electrónicos: un grupo de examigos de colegio que, años después, indaga sobre un compañero de promoción casi olvidado.

En “El fuego invisible” es comprensible que el narrador sea en primera persona, ya que se trata de una confesión tardía del protagonista, parecida a la que ocurre en “El Congreso” de Borges. Y en “Artemio”, la narración a modo de bitácora de guerra que, al final, se diluye en un monólogo interior, es coherente con la peripecia del protagonista.

En ninguno de los cuentos hay una búsqueda estética por sí misma, sino una elección razonada para que el cuento funcione. La belleza de la obra está en la eficacia.  

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Estoy escribiendo una novela. Son dos historias relacionadas entre sí: por un lado, la de unos grafitis anónimos que aparecen misteriosamente en la ciudad a modo de profecías. Y por otro, la de dos mellizos que dirigen una secta religiosa que crece de una manera tan rápida como irracional. La novela recoge muchos de los temas que aparecen en mis cuentos y que me han atraído siempre: la utopía, la ambición, Dios, el destino y el paso del tiempo. 
 

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