El 25 de mayo de 1872, el doctor Blas Quiroz, natural del valle de Majes, contrajo matrimonio con doña Antonia Nieto Zapata, oriunda de Moquegua. Producto de este amor nació el 3 de junio de 1799, Ángel Fernando Quiroz Nieto.
Su advenimiento tuvo lugar en la hermosa casona colonial ubicada en el cruce de las calles Ugarte y Villalba y que fue construida por su progenitor el año de 1798. La familia Quiroz Nieto fue de las más distinguidas y acaudaladas de la ciudad.
Cuando el futuro poeta tenía 12 años abandonó sus estudios en el seminario de San Jerónimo y escapándose de su hogar intentó unirse al ejército del Norte dirigido por Manuel Belgrano, que se encontraba luchando con las fuerzas realistas en el Alto Perú. Sin embargo no pudo lograr su cometido porque fue devuelto a su hogar.
Siendo aún casi un niño sus padres fallecieron, fue quizás este penoso suceso lo que lo sumergió en una profunda soledad, acercándolo al mundo de la poesía.
En 1814 viajó al Cusco para enrolarse al ejército revolucionario de Mateo Pumacahua. En 1820 cuando el libertador don José de San Martín arribó al Perú, Ángel Quiroz tuvo la intención de unirse al Ejército Libertador, pero una grave enfermedad se lo impidió.
Por la familia de dónde provenía, Ángel Quiroz estaba llamado a ocupar un alto cargo en la sociedad, tal como lo hicieron sus hermanos: Francisco (abogado de la Real Audiencia de Lima y Prócer de la Independencia), Mariano (abogado), Alejandro (militar) y Anselmo (General de la División de los Ejércitos del Perú), pero por causas desconocidas tomó otros caminos, quizás el exceso de actividad intelectual le hizo perder la ecuanimidad.
EL VIAJE A LIMA. El 25 de marzo de 1840 se dirigió al puerto de Islay para embarcarse en el bergantín chileno “Cabulco” con destino a la ciudad de Lima. Al momento de su partida escribió: “Adiós ciudad donde la luz del día mis ojos vieron por la vez primera, patria adorada en mi agonía fiera pueda llamarte suspirando la mía”.
En Lima vivió en un pequeño cuartucho, rodeado de miseria; muy cerca a la alameda de Los Descalzos. Sus únicas pertenencias eran libros viejos, un candelero, un cajón para dormir y una sábana deshilachada con la que se tapaba.
Transitaba por las calles con la ropa sucia y se ponía a escribir y a recitar sus versos en diferentes plazas y jirones, improvisaba sonetos en las pulperías a cambio de una taza de café; la gente lo miraba con desprecio y desdén, no sabían que detrás de aquel hombre vestido con harapos se encontraba un soñador, un genio incomprendido.
El dinero que recibió como parte de la herencia de su padre lo gastaba en comprar libros y las velas con que se alumbraba en sus largas horas de lectura.
En octubre de 1848 decidió abrir una suscripción para publicar un libro con todas sus poesías, esta acción provocó la burla y el rechazo de una gran mayoría, entre ellos Ricardo Palma quien lo calificó de "cínico inmundo y mendigo del crimen".
En 1857 por fin pudo publicar una colección de sus poemas, la cual tituló “Delirios de un loco”.
Jorge Polar al referirse a Quiroz nos dice:” era un original, un excéntrico, en verdad; pero todo un hombre por el desprecio de los hombres y de la vida; un loco, si se quiere, pero con aquella antigua locura de desdeñar lo que el mundo adora”
El 28 de setiembre de 1862, la dueña de la casa donde se encontraba su humilde habitación al percatarse que la puerta permanecía cerrada, la forzó y al entrar encontró el inerte cuerpo de Quiroz, su atormentada alma por fin pudo encontrar la paz.