La Navidad es una de las fiestas más esperadas y celebradas en el mundo entero, en esta fecha tan especial conmemoramos el nacimiento del Niño Jesús, nuestro Salvador.
Sin embargo, con el transcurrir de los años, esta hermosa festividad fue cambiando en muchos aspectos, desde la forma de celebrarse hasta la comprensión de su verdadero significado.
Como sabemos la ciudad de Arequipa se fundó el 15 de agosto de 1540, con la participación de religiosos dominicos y españoles que profesaban la religión católica, por consiguiente la primera navidad en nuestra ciudad se celebró el mismo año de su fundación.
Poco a poco la población fue creciendo, además nuevas órdenes religiosas arribaron a estos parajes para colaborar en la importante tarea de evangelización, pues Arequipa llegó a convertirse en una ciudad extremadamente creyente.
Es probable que las primeras celebraciones navideñas no hayan sido muy pomposas como en la actualidad.
Antiguamente, en los primeros días del mes de diciembre, los niños juntaban latas de leche y sembraban semillas de trigo, los cuales eran después colocados en el nacimiento.
NOCHEBUENA. Después de muchos días de espera y preparativos por fin llegaba el día 24 de diciembre, las madres de familia se levantaban muy temprano para ir al mercado y preparar la cena, algunas elaboraban costillar frito y otras pescado, en ambos casos acompañados de las tradicionales ensaladas de pallar, beterraga con zanahoria, palta con cebolla y liccha con papa.
Caída la tarde llegaba el momento más importante y emotivo de la Navidad: el armado del nacimiento; en la sala principal del hogar, agrupaban mesas y cajas y las forraban con bolsas de papel pintadas de color verde y café, dándoles la apariencia de cerros, posteriormente la abuela o la madre se sentaba en el sillón y con mucho cuidado sacaba de cajas de cartón las delicadas piezas del pesebre, que generalmente eran un legado de antiguas generaciones, llegado el momento de desenvolver al Niño Jesús, todos lo observaban con infinita ternura y le agradecían la dicha de poder volver a verlo un año más, colocaban las piezas sobre la estructura armada y al Niño Jesús lo tapaban con un pañuelito, pues aún no había nacido. Los niños emocionados decoraban el nacimiento con animalitos de yeso, pasto, piedras y pajitas que traían del campo.
Caída la noche, las familias acudían a la denominada “Misa del Gallo”, celebración que empezaba a las 00:00 horas del 25 de diciembre, en la actualidad esta liturgia se ha adelantado para dar oportunidad a las familias de celebrar el advenimiento del Salvador en la calidez de su hogar.
Cuando el reloj marcaba la medianoche, la madre se acercaba al nacimiento y hacía “nacer” al Niño, retirando el pañuelo que lo cubría, después todos se abrazaban, oraban y cantaban al Salvador recién nacido.
A pesar que desde tiempos remotos los arequipeños siempre se han sentido atraídos por la pólvora y los espectáculos pirotécnicos, esta actividad se realizaba muy poco en navidad, en esta fecha se daba prioridad a la adoración al Niño, contrario a lo que sucede en la actualidad.
Los niños a pesar del esfuerzo que hacían para mantenerse despiertos hasta las 12 no lo lograban, al amanecer muy temprano se dirigían emocionados y buscaban debajo del nacimiento los regalos que el Niño Dios “les había dejado por portarse bien durante el año”, generalmente los obsequios eran carritos de madera para los niños y muñecas de trapo para las niñas, todo el día no se despegaban de sus nuevos juguetes.
Después de desayunar la mayoría de familias visitaban los nacimientos de los diferentes templos de la ciudad, al retornar a casa era tradición degustar unos ricos buñuelos envueltos en miel.
Desde el 26 de diciembre hasta el 6 de enero, grupos de niños se organizaban para recorrer las casas del barrio y cantar villancicos al Redentor, ellos mismos elaboraban sus instrumentos y se repartían las propinas entre todos los integrantes.
El 7 de enero se procedía a desmontar el nacimiento, no se acostumbraba a dejarlo más tiempo, porque las abuelas decían que “el Niñito se iba a enojar”.
Que esta Navidad sirva para unirnos, para compartir; disfrutemos al máximo la compañía de nuestra familia y recordemos siempre que siendo Jesús el Rey del Mundo, decidió venir al mundo en un humilde pesebre, rodeado de animales y de humildes pastorcitos.