El poeta Carlos Cavero presenta su segundo poemario que contiene vivencias que impactaron en el autor.
¿Cómo nació en ti el escribir poesía? Me inicié como narrador, ya que mi padre tenía una gran biblioteca, donde aprendí a leer las novelas de Julio Verne, los cuentos de Oscar Wilde, Julio Ramón Ribeyro, entre otros. Los versos vinieron a mí con César Vallejo, quien me abrió las puertas a la poesía peruana, y luego me enamoraría de los poetas malditos. Tanto me apasioné por poetas como Rimbaud que aprendí francés solo para poder leerlos en su idioma original.
¿Qué temas abordó tu poemario “Capturas de escafandra”? Capturas de escafandra aborda, en sus dos primeros capítulos, la temática del trastorno ansioso depresivo, del cual he padecido durante toda mi vida. Y en los dos siguientes, me ocupo de la poesía amorosa, que es la que más disfruto de escribir.
¿Sientes que la poesía ha mejorado tu vida de alguna manera? Sí, porque llegó para retarme a construir, tal como un arquitecto, estructuras de palabras que son muy complejas y me brindan una gran satisfacción cuando por fin quedan totalmente armadas. Soy un escritor que publica muy poco, ya que la mayor parte de mis poemas no me satisfacen del todo, más algunos que considero demasiado personales como para publicarlos y solo escribo para mi propio disfrute. La poesía ha mejorado mi vida porque me permite también dejar un testimonio de vida. Sueño con estar muerto y que mi hija ya adulta comparta mis libros, orgullosa, “este es mi papá”.
Háblanos de “La torre de Estíbaliz”, tu segundo poemario. Estamos hablando de un poemario de 184 páginas, tras un silencio de cinco años. Tenía las palabras atragantándome en el block de notas, luchando por ser plasmadas.Quise escribir un poemario amoroso al 100%. Sin embargo, en el camino no pude evitar sucumbir a los horrores de la ansiedad y la depresión, que dejaron una fuerte huella en forma de un capítulo entero de poemas llamado así, “Los horrores”. Todo aquel que padezca de estos trastornos en una forma tan severa como la mía sabe que expresar este dolor es sumamente difícil, ni qué decir de hacerlo poéticamente. Es algo que ni la familia, ni los mejores amigos, ni los profesionales de la salud pueden entender.
La segunda parte se llama “Alaska”, y allí dedico un solo poema a ese maravilloso estado de los EE.UU. que tuve la suerte de visitar y que me quedó grabado como el hábitat perfecto para un tipo huraño como yo. Mi primera impresión fue que se trata de un terreno tan inhóspito, que no se supone que el ser humano deba vivir allí, y esa es una de las ideas presentes en el poema.
La tercera parte se llama “Las adolescentes” y es la más extensa, ya que en ella cumplí mi objetivo de volcar la pasión, la sexualidad y el amor (con sus dosis de goce y sufrimiento) tal como había planeado en un principio. Allí ofrezco un viaje a través de mi cuerpo y mi corazón, y nuevamente espero dejar un testimonio de aquello de lo que no suelo hablar con nadie.