Cristian Astigueta (1980), finalista del Premio Copé y Premio Loewe de España, cofundador de la compañía teatral Tikray y director de Teatrodelvacío, explica por qué se define como “No poeta” pese a su extensa producción literaria y su participación en festivales internacionales.
¿Por qué te defines como “No poeta” a pesar de tu amplia trayectoria poética? Poeta es una palabra mayor, siento que define a quien ha trascendido a un estado superior, algo así como un chamán (de los verdaderos, claro está) o un asceta (si es que existen o existieron); y yo, solo juego con algunas palabras y frases que por momentos se alinean de manera interesante. Creo firmemente en un verso del viejo Bukowski (sin ser bukowskiano): “como dijo Dios, cruzándose de piernas: veo que he creado muchos poetas, pero no mucha poesía”.
¿Cómo logras equilibrar tu trabajo entre la poesía y el teatro? Coexisten. A veces uno toma del otro y viceversa, o se envuelven y mezclan para conseguir lo esperado. Cuando inicié mi quehacer teatral la poesía estuvo muy presente, trabajos del primer Teatrodelvacío como “La Jaula”, “La pregunta” o “El Pan Nuestro” devienen de poemas de Pizarnik, Rose y Vallejo respectivamente. Así mismo, al incursionar en la dramaturgia muchos diálogos de mis personajes atraviesan construcciones (casi) poéticas, marcadas por ciertos ritmos, metáforas y musicalidades. En los últimos años, he trabajado irrupciones escénicas (una especie de teatro político para calle) donde poemas de Cesáreo Martínez (“El Sordo Cantar de Lima”) y Leoncio Bueno (“Ñoqanchis”) han sido el motor para la acción. Creo que sorbí de la poesía para ir más allá.
¿Qué significó para ti ser finalista del Premio Copé y el Premio Loewe en España con “Las Pistas Ocultas”? Creo que ser finalista u obtener una mención honrosa en un concurso es terrible, somos como perdedores develados, descubiertos. Quizás a esto responde la publicación del poemario, estoy soltándolo y dejando que busque un nuevo camino. Y felizmente, el resultado está siendo el esperado (aún no hablo de ventas), pues Deshuesadero Ediciones —de Juan Zamudio— ha logrado darle una mística al trabajo, uniendo y cuidando diagramación, diseño de interiores, arte de portada, contraportada y demás elementos en el concepto esperado y requerido. El libro puede adquirirse en las redes sociales de la editorial, y en las próximas presentaciones.
¿Cuál fue tu experiencia en el Encuentro de Dramaturgia Iberoamericana con mentorías de Argentina, Bolivia y España? “Creando Autorías” fue un encuentro de dramaturgos y dramaturgos en ciernes, que me permitió elaborar una obra llamada “El Rojo o la conquista (y pérdida) del Cuzco”, texto que probablemente sin la colaboración, crítica y disciplina no hubiera alcanzado. Así también, me llevó a hacer un paneo por los temas de interés de mis contemporáneos, llegando a la conclusión de que el poder, la ambición, la violencia y las relaciones familiares son recurrentes; así como la reinterpretación de textos de escritores europeos (Shakespeare o Müller) desde la mirada y concepción latinoamericana. Creo que el teatro está más vivo, hay necesidad de no callar, de evidenciar los conflictos del hombre (y su sociedad) desde lo más íntimo hasta lo más global.