Escribe: María Coaguila Torres
En lo alto de Socabaya, entre la bruma de la nostalgia y el orgullo de la historia, se erige el museo Hispomipae, bajo la mirada atenta de su director y propietario, el policía (r) César Augusto Pérez Zúñiga, que reunió piezas de las batallas desde hace 50 años. El museo lo pueden visitar en la urbanización La Campiña, av. Arequipa B-2 del tercer sector. Dicho lugar es un testamento vivo de la lucha y el sacrificio de generaciones de la guerra del Pacífico, una cápsula del tiempo que nos lleva a través de las guerras que forjaron la identidad peruana.
Este museo alberga más de 2500 piezas que fueron recolectadas meticulosamente durante medio siglo, Pérez logró reunir desde un alfiler hasta las réplicas de cañones que rugieron en batallas legendarias. Para César Pérez, este proyecto es más que una pasión, es una misión sagrada de preservar la memoria de su familia y su país.
Descendiente directo del sargento mayor del Ejército Peruano, Pablo Pérez Camphel, cuya valentía resonó en el batallón Zepita n.° 2 del Cusco, comandado por el coronel Andrés Avelino Cáceres, Pérez lleva en su sangre el patriotismo inquebrantable de sus antepasados.
Entre las reliquias que guarda con reverencia, se encuentran los sables y revólveres que una vez pertenecieron a sus ilustres ancestros. Pero más allá de las armas, es el espíritu de patriotismo lo que permite en César Pérez considera el legado más preciado que le han dejado.
“De la basura se rescata la historia”, declara, mientras expresa con orgullo cómo logró rescatar cada pieza a lo largo de los años. Desde uniformes detallados hasta la comida de un soldado en campaña, el museo ofrece una visión vívida de la vida y dificultades de aquellos que lucharon por la patria.
Dentro de las paredes del museo, las figuras de los héroes patrióticos cobran vida a través de litografías del año 1920 y firmas originales, como del coronel Francisco Bolognesi y Miguel Grau, que fueron encontradas hace 45 años en una casona antigua.
Además, el director de Hispomipae nos revela que entre sus tesoros se encuentra la firma del controvertido Miguel Iglesias, quien capituló durante la firma del Tratado de Ancón, ceder Tarapacá en perpetuidad y Arica (Tacna en plebiscito, una propuesta que los chilenos nunca aceptaron). Sin embargo, gracias al gobierno de Augusto B. Leguía, Tacna finalmente fue recuperada para el Perú.
“Soy descendiente de un héroe anónimo y mi deber es enseñar, difundir y preservar nuestra historia para fortalecer nuestra identidad patriótica”, enfatiza.
Con cada visita al museo nos sumergimos en las páginas de un libro vivo, donde el pasado se entrelaza con el presente, recordándonos que una nación sin historia está condenada a repetir sus errores. Pero, gracias al trabajo incansable de personas como César Pérez, el legado de nuestros antepasados continuará brillando, iluminando el camino hacia un futuro lleno de patriotismo y orgullo nacional.