La preservación de una lengua es, ante todo, la defensa de una visión del mundo. La vicedirectora de la Real Academia Española, Carmen Riera, señaló que el quechua debería recibir mayor atención ante la baja cantidad de hablantes.
Cada vez hay menos hablantes nativos de este idioma, mientras crece el número de personas que lo estudian por interés o curiosidad, pero no lo usan en su vida cotidiana. La especialista acotó que esta falta del uso del idioma revela una disociación entre el deseo de conocer la lengua y la práctica que garantiza su continuidad.
“Cuando una lengua deja de hablarse, se pierde una forma de entender la realidad. Por eso es fundamental que las lenguas se difundan, se enseñen y se aprendan”, sostuvo Riera.
Desde su perspectiva, la desaparición de un idioma significa la pérdida de una mirada sobre el mundo, una cosmovisión que no puede recuperarse una vez rota la cadena de transmisión entre generaciones.
La especialista recordó que el quechua -además de su peso simbólico- ha dejado una huella visible en la lengua española. Incluso, la integrante de la RAE acotó que se incluyeron algunas expresiones de este idioma en el diccionario de la entidad española.
Sin embargo, advirtió que uno de los principales desafíos está en la escritura. A su juicio, la enseñanza formal y la investigación son claves para revertir la falta de personas que hablen este idioma. Además, mencionó que este idioma debería difundirse entre la población en general.
“No se puede preservar una lengua solo desde las universidades o las escuelas si no se habla, pero la enseñanza contribuye a su expansión”, afirmó.
La especialista resaltó que -por ejemplo- el catalán sobrevivió gracias a que los padres de familia lo empezaron a hablar en las casas.