Óscar Ibáñez cerró su ciclo al mando de la selección peruana tras el noveno lugar en las eliminatorias rumbo al Mundial 2026, un resultado que catapultó la necesidad de replantear la conducción técnica del combinado. Asumió como interino en los últimos partidos, ganó solo uno, empató dos y perdió tres. Para él, el cierre fue especialmente doloroso, ya que creía que podían despedirse con una victoria.
“Me apena no haber ganado la última fecha. Ellos se lo merecían. Vinieron convencidos de que podían…” dijo Ibáñez, aludiendo al compromiso mostrado por los jugadores en el tramo final, donde sintió que recuperaron la identidad futbolística de etapas anteriores.
Respecto al conflicto con Alex Valera, Ibáñez insistió en que nunca hubo negativa del delantero para portar la blanquirroja. Explicó que razones familiares lo limitaron en convocatorias previas, y que en la última ocasión fue una lesión lo que impidió su participación. “Hablé previamente con él (…) Me dijo que sí (…) se decidió desconvocarlo” sostuvo el extécnico.
Sobre el perfil del próximo director técnico para el ciclo rumbo a 2030, Ibáñez exigió claridad técnica, conocimiento del fútbol peruano y capacidad de comunicación con los jugadores. Subrayó que lo relevante no es la nacionalidad, sino la preparación y la empatía para “mostrar los conceptos” y conectar con futbolistas de provincias menos profesionalizadas.
Finalmente, Ibáñez agradeció la oportunidad brindada por la Federación Peruana de Fútbol (FPF), aclaró que su rol estaba definido para terminar con las Eliminatorias, y rechazó versiones que lo acusaron de sembrar divisiones entre jugadores y dirigencia. “Lo nuestro terminaba al final de la Eliminatorias (…) Si alguien quiso instalar que se buscó poner jugadores en contra (…) es subestimarlos”, aseguró.
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