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Arequipa: parque Industrial de Apima, el legado de José Domingo Choquehuanca Borda

58 años después: un ejemplo de cómo los verdaderos parques industriales se forjan con sueños, sacrificios y visión de futuro

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La foto del terreno eriazo donde se edificó el parque industrial de Apima (1965).
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El pasado 19 de abril se cumplieron dieciséis años de la partida de don José Domingo Choquehuanca Borda hacia el Padre. Su misa, celebrada el día 25, congregó de manera masiva a pobladores, autoridades, beneficiarios y líderes, sin distinción alguna, reflejando la esencia de su vida: un liderazgo que une e inspira.

La visión de futuro de don José Domingo trascendió su tiempo en todos los aspectos de su vida, incluida su apuesta decidida por los parques industriales. 

Creía firmemente en la fuerza de la organización colectiva, en el impulso de la producción nacional y en la dignificación del trabajo. Su vida no solo fue testigo, sino también motor de la creación de espacios industriales que hoy continúan siendo pilares para cientos de micro y pequeñas empresas.

“Ayer y hoy siempre fue reconocido por su capacidad organizativa y su profundo compromiso social, también brindó asesoría en los inicios del emblemático proyecto de Villa El Salvador, en Lima, que es símbolo del esfuerzo popular y la autogestión”, contó su hija Lucía Choquehuanca. 

Desde su experiencia en Arequipa, respaldó la idea de que los pequeños empresarios podían levantar una ciudad industrial basada en la solidaridad y el trabajo digno.

Antes de su partida, asesoró los incipientes parques industriales de Camaná y El Pedregal. Su visión no solo era respetada, sino también acatada, y brindaba apoyo concreto para su viabilización.

Presidente Fernando Belaúnde era amigo de Choquehuanca y vino a inaugurar Apima.

APIMA: RESEÑA HISTÓRICA BASADA EN LA EXPERIENCIA Y LEGADO DE SU FUNDADOR. Hace 58 años, cuando Arequipa carecía de una organización gremial para pequeños industriales, nació la visión pionera de don José Domingo Choquehuanca Borda respecto a la creación de parques industriales auténticamente orientados a las pymes.
Tenía muy claro que el futuro requería orden, planificación y fe en el trabajo productivo.

Observó el desplazamiento forzado de mecánicos que tenían sus talleres en el barrio histórico de IV Centenario, muchos de ellos arequipeños, y entendió que era el momento de construir algo nuevo. 

Con mirada estratégica, ubicó —mucho antes— un terreno entonces considerado lejano, a pie de carretera de la antigua vía a Puno, donde la mayoría dudaba en instalarse. 

“¿Quién va a ir tan lejos?”, decían. Pero don José Domingo veía más allá: en su mente ya se forjaba el proyecto del primer parque industrial autogestionario del país.

Uno a uno, con paciencia y convicción, fue persuadiéndolos. No se trataba solo de una mudanza, sino del inicio de una revolución productiva para los pequeños empresarios.

“El proyecto fue presentado ante la Junta de Rehabilitación y Desarrollo de Arequipa, organismo surgido tras el terremoto que azotó la ciudad. Esta Junta impulsaba iniciativas como el Parque Industrial El Palomar, la Deshidratadora de Alimentos y el nacimiento de Cemento Yura. El presidente de la Junta, Fernando Chávez Belaúnde, reconoció de inmediato el liderazgo, la empatía y el empuje de don José Domingo, comprometiéndose a facilitar la venta de terrenos a largo plazo: pagaderos en veinte años, con acceso a servicios básicos, conectividad, asfaltado de calles y avenidas, elementos que don José Domingo consideraba esenciales para el éxito de un parque industrial”, resaltó.

Así, se constituyó formalmente Apima (Asociación de Pequeños Industriales y Mecánicos de Arequipa). Cada socio podía adquirir un mínimo de 700 m² y trabajar bajo el principio de ayuda mutua. 

Microempresarios fundadores de Apima que fueron apoyados por José Domingo Choquehuanca

Sin embargo, la tarea no fue sencilla: la resistencia cultural y el individualismo de la época se hicieron notar. Muchos rehusaban “tirar lampa” para construir su propio futuro. Ante la indiferencia, don José Domingo no se detuvo: aceptó un terreno difícil e irregular de casi 5,000 m² —que nadie quería— y allí levantó la primera fábrica de manufacturas metálicas del parque, trabajando domingo a domingo con su propio esfuerzo. 

Esta fábrica fue inaugurada por ministros y autoridades de la época, quienes reconocieron el esfuerzo y el significado del naciente parque industrial para los pequeños empresarios, haciendo de Arequipa pionera en este tipo de proyectos.

Mientras otros dudaban, él ya avanzaba, apoyado incluso por profesionales del Cuerpo de Paz, quienes ofrecieron asistencia técnica para la planificación y construcción de talleres, junto a arquitectos e ingenieros civiles que colaboraban como voluntarios de la AUPA, presidida también por don José Domingo. 

De los cuarenta socios iniciales, solo cuatro perseveraron en el esfuerzo colectivo. El resto quedó en los relatos que adornan la historia, pero no en la obra concreta. Porque cuando un bien se paga con ingratitud, la verdadera memoria permanece en las acciones y los frutos visibles.

“Ahora, 58 años después, Apima sigue en pie como testimonio de visión, coraje y trabajo. Un parque industrial que no surgió de grandes capitales ni de promesas estatales, sino del sueño y sacrificio de hombres como José Domingo Choquehuanca, quienes apostaron por construir dignidad a través de la industria, honestidad para generar confianza, amor por la tierra que los cobija y no por el interés creado o político”, puntualiza Lucía Choquehuanca.

Así, la huella de don José Domingo quedó impresa en diversas regiones del país, donde la organización, la producción y el valor de la microempresa encontraron en él un impulsor incansable. Hoy, estos parques industriales no solo albergan talleres y fábricas: guardan también su espíritu de lucha, su fe en las personas y su sueño de un Perú más justo y productivo.

Para don José Domingo Choquehuanca, un parque industrial no solo edifica talleres o fábricas: edifica progreso, esperanza y futuro para toda una región; mejora la calidad de vida y garantiza el futuro económico del país de manera ordenada y planificada.

Así, cada parque industrial exitoso es un homenaje silencioso a quienes se atrevieron a soñar, a organizarse y a creer que el trabajo colectivo puede transformar el destino de su pueblo.

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