El Perú parece atrapado en un ciclo político sin memoria. A pesar de ser investigados por corrupción, tráfico de influencias o manejo irregular de fondos públicos, varias ex autoridades y exfuncionarios alistan su regreso a las urnas. Lo preocupante no es solo su osadía para volver a pedir el voto, sino la pasividad de una sociedad que vuelve a abrirles las puertas del poder.
Para el politólogo Carlos Timaná Kure hace un análisis y resalta que el umbral para postular es muy bajo, ya que “cualquiera puede ser candidato, y lo peor es que no tienen una sanción moral. Es decir, personas que han delinquido, o tienen investigaciones no solo participan, todo lo contrario, ellos ganan en las elecciones”.
Añadió que los precandidatos señalados por la población peruana con pasado cuestionable o investigaciones como Keiko Fujimori, César Acuña, Martín Vizcarra, Rafael López Aliga, Vladimir Cerrón, Juan José Santiváñez apelan a un discurso reciclado: “Fui víctima política”, “todo fue un malentendido” “no existen evidencias suficientes” “fui inculpada” “no son mis audios” o “no hay sentencia firme”.
“Mientras tanto, evitan rendir cuentas o asumir responsabilidad alguna. La cultura política peruana les permite reinsertarse sin reparación ética ni transparencia, repitiendo un patrón donde la ambición supera a la rendición de cuentas”, resaltó.
POBLACIÓN PERMITE CORRUPCIÓN. Ante la situación, Timaná explica que la gente ya no da importancia a los actos de corrupción o delitos cometidos por los políticos, porque siente que nada cambia. Aunque los candidatos tengan antecedentes cuestionables, vuelven a ser elegidos porque el electorado ha normalizado el mal comportamiento político o ha perdido la esperanza de que aparezca alguien distinto.
Amparados en la Ley Orgánica de Elecciones N.º 26859, ningún impedimento les impide postular mientras no tengan condena firme. Sin embargo, el verdadero problema radica en la moral pública: el sistema político y los partidos normalizan la reincidencia, y los electores terminan enfrentando una oferta donde la ética es secundaria frente a la popularidad.
“Muchos electores repiten la historia. Se dejan seducir por rostros conocidos, promesas espectaculares o campañas millonarias. La falta de educación cívica, la desconfianza generalizada y el cansancio político hacen que la elección se vuelva un acto de resignación más que de convicción. El ciudadano, sin saberlo, se convierte en el eslabón que perpetúa el retorno de quienes ya fallaron antes.”, señala Mamani.
FANATISMO. En tanto el psicólogo clínico Alberto Cornejo Jarufe, analiza también este fenómeno y resalta que resalta que: “Es más fuerte el fanatismo ideológico con inclinaciones de derecha e izquierda que el pensamiento crítico y defienden aquello que no es beneficioso para la ciudadanía y lamentando en su conciencia posterior”.
Los especialistas concluyen que la política peruana se convirtió en el arte de fingir redención. Cada elección repite el mismo libreto: los culpables se presentan como víctimas, los votantes son olvidadizos y el país es un rehén de la indiferencia de los peruanos. Mientras el poder siga premiando el cinismo y el ciudadano elija por costumbre, la corrupción seguirá gobernando disfrazada de democracia.