El Perú vive, una vez más, una grave crisis política, tras la vacancia de Dina Boluarte. La decisión del Congreso, junto con la designación de José Jerí Oré como presidente de transición, ha reavivado el debate sobre la coherencia política. Resulta inevitable preguntar: ¿qué cambió en las últimas semanas para que Fuerza Popular, Alianza para el Progreso y Renovación Popular pasaran del blindaje al rechazo?
Para el psicólogo y analista político Alberto Cornejo Jarufe, este giro responde menos a convicciones democráticas y más a cálculos electorales frente a los comicios del 2026.
“El problema no es solo la vacancia, sino el oportunismo que la rodea; todo está planificado”, señala.
Añade que las decisiones que toma el Congreso tienen como fin ganar visibilidad, simpatía y, en consecuencia, una mayor cantidad de votos.
Otro análisis contundente es del sociólogo José Luis Ramos Salinas quien resalta que la inconsistencia política no es nueva, pero su reiteración erosiona la credibilidad de las instituciones.
“La política peruana se ha convertido en un espacio donde unos pocos manejan el poder y dejan en el olvido la gestión pública”, declaró.
Para Ramos Salinas, la doble moral se manifiesta en la facilidad con que los discursos se ajustan al contexto y al manejo del poder.
Los mismos líderes que hace meses hablaban de estabilidad ahora invocan la ética pública como bandera electoral para asegurar su continuidad en las elecciones que se avecinan.
DELINCUENCIA. El aumento de la criminalidad y las extorsiones también ha sido aprovechado como argumento político.
“La inseguridad y los últimos sucesos fueron la excusa perfecta para sacar a la ‘títere’ Boluarte, ya que no servía más a la jerarquía alta que maneja todo el fraude, exterminando la democracia para obtener el poder totalitario”, puntualizó Ramos.
La vacancia de Boluarte deja al descubierto no solo un cambio de gobierno, sino una institucionalidad debilitada.
“El Congreso actúa dentro de la ley, pero muy a su conveniencia”, aclaró Alberto Cornejo y señala que los vacíos normativos permiten que los partidos transformen la gobernabilidad en una herramienta de presión política.
“El resultado es un país donde se cumple la norma, pero se repite el mismo problema. Por eso considero que se debería reformular la ley respecto a la vacancia, y debería afectar a los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial”, añade.
Este comportamiento, advierte, genera un círculo vicioso: se reemplazan gobiernos, pero no se corrige la raíz de la crisis.
La ciudadanía, cada vez más desencantada, percibe la política como un espectáculo sin consecuencias. Según el sociólogo Alberto Cornejo Jarufe, “el peruano ya no se indigna, se resigna”.
Además, resalta que todos los políticos son iguales y que la corrupción es parte del sistema. En su análisis político resalta que esta apatía es el caldo de cultivo perfecto para que los mismos actores políticos se reciclen elección tras elección.
“Mientras la gente no exija coherencia, el Congreso seguirá actuando de la misma manera”, dijo.
Para los analistas, el desenlace político tras la vacancia de Dina Boluarte expone una vez más la fragilidad del sistema peruano y la doble moral que domina el escenario nacional. Mientras los partidos cambian de discurso según la conveniencia del momento, el ciudadano observa, confundido, cómo la ética se diluye entre intereses personales y cálculos electorales. La política peruana parece atrapada en un bucle donde las crisis no enseñan, solo se repiten con distintos protagonistas.