Escribe: Yenice Chávez
“Cuando las víctimas salen del ciclo de violencia experimentan un miedo constante a ser encontradas por sus agresores, lo que les impide llevar una vida normal”, advierte el excoordinador territorial del Programa Nacional Aurora en Arequipa, Erick Pumacayo Rocha, experto en atender y dar soluciones a la violencia de género.
El experto en atender casos de violencia expone que la ansiedad y el estrés postraumático afectan su capacidad para relacionarse con los demás y dificultan su recuperación.
El impacto de la violencia también se refleja en la salud física.
“El estrés constante debilita su sistema inmunológico, provocando insomnio, trastornos digestivos y enfermedades crónicas como la diabetes. Mujeres sobrevivientes enfrentan traumas que las persiguen toda la vida. Sin apoyo, muchas recaen en entornos violentos”, puntualizó Pumacayo.
DETERIORA LA SALUD MENTAL. Según el Ministerio de Salud (Minsa), el mayor impacto de la violencia se da en la salud mental. Las mujeres pueden presentar señales de depresión como falta de interés, cansancio extremo, problemas de sueño, apetito irregular, dificultades para concentrarse, sensación de inutilidad o incluso pensamientos suicidas.
EL REFUGIO QUE LAS PROTEGE. No todas las mujeres maltratadas están abandonadas, un pequeño grupo es asistido en refugios que las protegen, es el Hogar de María en Arequipa que aunque no recibe presupuesto del Estado cuidan la vida de las damas y de sus hijos.
Este programa social es de la Beneficencia, es un casa de protección temporal de mujeres víctimas de violencia, se les brinda residencia, alimentación y terapias ocupacionales que les ayuda a fortalecer su autoestima y autonomía.
Para ingresar al refugio, una mujer debe haber denunciado al agresor y contar con medidas de protección del Poder Judicial.
Pese al esfuerzo del personal del Hogar de María, la reinserción es difícil.
“De diez mujeres, solo dos logran salir adelante; el resto regresa con su agresor o encuentra otra pareja que las maltrata aún más”, explica la psicóloga del refugio, Delia Ticona.
En el refugio, la terapia cognitiva busca ayudar a las mujeres a reconstruir su autoestima y prepararlas para su reinserción social, pero muchas siguen viviendo con miedo.
Romper el ciclo de violencia no es solo responsabilidad de las víctimas, sino de una sociedad que les ha fallado.
“La falta de protección, justicia y oportunidades las condena a repetir su historia de dolor. Mientras la indiferencia siga pesando más que la acción, las secuelas del abuso seguirán marcando generaciones. No basta con discursos; urge un compromiso real para que ninguna mujer tenga que elegir entre la violencia y el abandono”, resalta.
SIN SALIDA. Muchas no pueden acceder a atención médica especializada porque huyen sin recursos ni apoyo.
“La autonomía no se logra sola. Si no hay un soporte familiar o alguien que le brinde ayuda, es casi imposible”, señala la trabajadora social del refugio Hogar de María, Inés Monis.