Escrito por: Annel Aguilar Zambrano
Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica ha iniciado el protocolo para la elección de su sucesor. El proceso comenzará oficialmente entre 15 y 20 días después de su muerte, tiempo destinado a organizar el cónclave, la reunión reservada en la que se elige al nuevo Pontífice. El término “cónclave” proviene del latín cum clave, que significa “bajo llave”, haciendo referencia al aislamiento de los cardenales durante la votación.
Todos los cardenales menores de 80 años –135 en total, según el último consistorio– viajarán al Vaticano para participar en este evento solemne que se realizará en la Capilla Sixtina. En este espacio cargado de simbolismo e historia, se llevarán a cabo votaciones secretas hasta que un candidato obtenga al menos dos tercios de los votos, es decir, 90 votos.
Durante el cónclave, se celebran hasta cuatro votaciones por día. Si ninguna persona alcanza la mayoría requerida, se emite humo negro desde la chimenea de la Capilla Sixtina, indicando que aún no hay decisión. En cambio, cuando un cardenal logra la mayoría calificada, se libera humo blanco, señal inequívoca de que la Iglesia ya tiene nuevo Papa.
Una vez elegido, el nuevo Sumo Pontífice será anunciado al mundo con la tradicional frase “Habemus Papam” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, seguida de su primera bendición Urbi et Orbi. El nuevo Papa asumirá de inmediato la guía espiritual de más de 1300 millones de católicos en todo el mundo.