El reciente terremoto de magnitud 6.0 en Afganistán dejó a más de 1400 muertos y más de 3100 heridos solo en la provincia de Kunar, según cifras oficiales del gobierno talibán. A esto se suman más de 5000 viviendas destruidas.
La magnitud de la catástrofe no se mide únicamente en las víctimas mortales, sino en el impacto prolongado que tendrá sobre comunidades rurales que dependen de infraestructuras precarias. Con aldeas enteras derrumbadas y carreteras dañadas, el acceso a agua, alimentos y atención médica se vuelve cada vez más crítico, lo que amenaza con profundizar la emergencia humanitaria.
El terremoto que sacudió la provincia afgana de Kunar dejó pueblos enteros reducidos a escombros y familias enteras aniquiladas. En Ghaziabad, Abdul Latif, de 50 años, relató al medio Al Jazeera que perdió a su esposa, su madre y su hijo al derrumbarse su vivienda, mientras que dos casas de familiares cercanos quedaron sepultadas con 24 personas dentro.
La tragedia se repite en cada rincón de la zona. Rabbani, de 40 años, aseguró haber perdido a su esposa, cuatro hijos y a sus padres, sin posibilidad de rescatar sus restos. En la aldea de Wadir, los sobrevivientes describen un paisaje apocalíptico donde “solo quedan escombros”. Incluso adolescentes como Akhlaq, de 14 años, narran la desesperación de ver morir a casi toda su familia bajo las ruinas. A más de 24 horas del sismo, la población clama ayuda que aún no llega.
Según la ONU, el número de personas afectadas por el terremoto en Afganistán podría alcanzar a cientos de miles, debido a que la mayoría de viviendas eran de barro y techos de madera que colapsaron durante la noche, atrapando a familias enteras mientras dormían. “La cifra de víctimas será mucho mayor”, advirtió desde Kabul Indrika Ratwatte, coordinadora humanitaria del organismo.
Ante la emergencia, la Unión Europea anunció el envío de 130 toneladas de suministros y un fondo inicial de 1 millón de euros para atender a los damnificados. El bloque se posiciona como uno de los principales donantes, luego de que Estados Unidos recortara drásticamente su asistencia, que hasta enero ascendía a miles de millones de dólares.