El Gobierno de Estados Unidos sancionó al presidente de Colombia, Gustavo Petro, junto a su esposa Verónica Alcocer, su hijo Nicolás Petro Burgos y el ministro del Interior, Armando Benedetti, acusándolos de permitir el avance del narcotráfico en el país. Según el secretario del Tesoro, Scott Bessent, el mandatario “ha dejado prosperar a los carteles y se ha negado a detener esta actividad ilegal”, motivo por el cual fueron añadidos a la lista de “Narcotraficantes Especialmente Designados” (SDNT), conocida como la Lista Clinton, una de las sanciones financieras más severas del mundo.
Como consecuencia, el gobierno estadounidense anunció la congelación inmediata de los bienes y activos de Petro y su entorno en territorio norteamericano, así como la prohibición de realizar transacciones con entidades o ciudadanos de los Estados Unidos. “El presidente Donald Trump está tomando medidas firmes para proteger nuestra nación y dejar claro que no toleraremos el tráfico de drogas hacia nuestro país”, enfatizó Bessent, anunciando un quiebre diplomático sin precedentes en la relación histórica entre Washington y Bogotá.
La respuesta del mandatario colombiano no se hizo esperar. Petro rechazó los señalamientos, afirmando que ha “luchado contra el narcotráfico durante décadas” y acusó a la Casa Blanca de intentar someter a Colombia por la fuerza. “Ni un paso atrás y jamás de rodillas”, escribió en su cuenta oficial de X, calificando la decisión como “una injusticia histórica” que ignora el sacrificio de Colombia en la lucha contra los carteles.
Lejos de bajar el tono, Petro apuntó directamente contra el entorno político del presidente Trump, asegurando que “los capos de la cocaína viven cómodamente en ciudades de Estados Unidos como Miami”, y que la verdadera estructura financiera del narcotráfico se sostiene desde bancos norteamericanos. En paralelo, su cancillería anticipó que presentará una protesta diplomática formal.
La crisis abre una etapa de tensión sin precedentes entre ambos países y podría tener impacto directo en cooperación militar, agenda antidrogas y acuerdos comerciales. Mientras tanto, la mirada internacional se posa sobre Colombia, un país que, en medio de la polémica, enfrenta el mayor desafío diplomático de su reciente historia republicana.