El control del régimen de Corea del Norte se ha endurecido en los últimos años con la Ley de Rechazo de la Ideología y la Cultura Reaccionarias, que sanciona con la pena de muerte a quienes consuman o difundan contenidos extranjeros. Para Kim Ilhyuk, un desertor, esta norma forma parte de lo que denomina “las tres leyes diabólicas”, impulsadas durante la pandemia para someter aún más a la población, en especial a los jóvenes.
Kim fue testigo directo de varias ejecuciones públicas, obligatorias para la población. Entre ellas, presenció la muerte de alguien cercano: “Era como un hermano menor para mí. Solo tenía 22 años, pero fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento acusado de ver y distribuir 70 canciones y tres series de televisión surcoreanas”.
El dolor de esa pérdida marcó su decisión de huir. Un año después, en 2023, Kim escapó junto a su esposa embarazada y su madre. La familia cruzó el mar hasta la isla surcoreana de Yeonpyeong, llevando consigo las cenizas del padre de Kim en una urna. Hoy vive en Seúl, donde combina dos trabajos para mantener a su familia. “Pero soy feliz”, asegura, pese a la dureza de su nueva vida.
Su testimonio coincide con un informe reciente del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, que denuncia que Corea del Norte “ha ampliado considerablemente” la aplicación de la pena de muerte, incluso contra ciudadanos que consumen música, películas o publicaciones extranjeras. El caso del joven ejecutado resume el rostro más crudo de un país donde la cultura y la información se consideran armas peligrosas contra el poder establecido.
.jpg)
.jpg)
.jpg)
