El papa León XIV presidió la última audiencia general del año en la plaza de San Pedro con un mensaje profundamente reflexivo, marcado por el recuerdo del fallecido papa Francisco y por el sufrimiento que atraviesa el mundo a causa de los conflictos armados. Ante miles de fieles, el Pontífice hizo un balance del 2025, al que definió como un año de contrastes entre la esperanza del Jubileo y el dolor provocado por la violencia y la pérdida.
Durante su intervención, el sumo pontífice destacó que el año estuvo atravesado por acontecimientos de gran carga espiritual, pero también por episodios que “han herido el corazón de la humanidad”. En ese contexto, evocó la figura de Francisco, fallecido en abril, subrayando su legado pastoral y su incansable llamado a la paz, la fraternidad y la misericordia como pilares del cristianismo contemporáneo.
León XIV puso especial énfasis en el Jubileo 2025, que congregó a millones de peregrinos de todo el mundo en Roma. Señaló que la masiva participación de fieles representó un signo de esperanza en tiempos de incertidumbre y recordó que el sentido del Año Santo es “volver al corazón del Evangelio y reencontrarse con Dios a través del perdón y la reconciliación”.
El papa también invitó a los creyentes a realizar un ejercicio de introspección al cierre del año, exhortándolos a agradecer los dones recibidos y a reconocer las faltas cometidas. “Nuestra vida es un camino que solo cobra sentido cuando se vive con conciencia, humildad y apertura al prójimo”, expresó, al tiempo que llamó a no permanecer indiferentes frente al sufrimiento ajeno.
La jornada concluyó con un fuerte simbolismo: el pontífice recorrió la plaza de San Pedro, saludó a los fieles y bendijo a decenas de niños antes de presidir la última celebración litúrgica del año. Con el canto del Te Deum, León XIV cerró un 2025 marcado por la fe, la memoria y la esperanza de un tiempo nuevo para la Iglesia y el mundo.
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