La muerte del Papa Francisco el 21 de abril abre una nueva etapa para la Iglesia católica. Con su enfoque progresista y su intento de modernizar la institución, deja una huella difícil de igualar. Ahora, el mundo mira hacia el Cónclave Papal, donde los cardenales menores de 80 años decidirán quién ocupará su lugar. El debate no es solo quién será el próximo pontífice, sino si continuará el legado de Francisco o tomará una dirección más tradicional.
Entre los favoritos figura el italiano Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, un moderado con experiencia diplomática que representa una posible continuidad, aunque su cargo actual históricamente juega en su contra. También está Peter Erdö, cardenal húngaro de posturas conservadoras en temas de familia y diversidad, con fuerte apoyo en sectores tradicionales de Europa.
El filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, destaca por su enfoque pastoral e inclusivo, siendo una figura cercana al legado de Francisco. Su juventud relativa y su perfil más espiritual que administrativo podrían jugarle en contra.
Otro nombre fuerte es Matteo Zuppi, italiano de 69 años, cercano al papa saliente y defensor del diálogo, aunque su perfil discreto y la oposición conservadora dificultan su candidatura.
Desde África, el cardenal congoleño Fridolin Ambongo Besungu, de 65 años, y el nigeriano cuyo nombre no fue mencionado, representan opciones conservadoras con peso geográfico. El primero destaca por su oposición a la Fiducia supplicans en África, mientras que el segundo, más centrista, fue promovido por Francisco pese a resistencias internas en su país. Ambos representan una Iglesia global que gana fuerza fuera de Europa.
Completan la lista dos perfiles relevantes: Charles Maung Bo, arzobispo de Yangón, con experiencia en contextos de violencia y persecución religiosa; y Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, con gran capacidad diplomática en Medio Oriente. Ambos aportan una visión pastoral y misionera desde regiones donde la Iglesia enfrenta retos singulares. El próximo papa será elegido en medio de una Iglesia dividida entre tradición, apertura y necesidad de liderazgo global.