Durante el último fin de semana, Donald Trump mantuvo una comunicación telefónica con Nicolás Maduro en la que lanzó su advertencia más dura hasta la fecha: Estados Unidos multiplicará las acciones militares si el líder venezolano no abandona Caracas en el corto plazo. En la llamada, también participó el secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional, Marco Rubio, lo que evidencia que la administración republicana ha descartado por completo vías negociadas con el régimen, como los contratos petroleros planteados por sectores más moderados de la Casa Blanca.
Según fuentes estadounidenses, Trump evitó cualquier propuesta de diálogo o transición pactada. Por el contrario, reafirmó a Maduro que su decisión es terminar con los carteles de droga que operan bajo la protección del Palacio de Miraflores. El mandatario norteamericano exigió además que, si Maduro abandona Venezuela, lo acompañen sus principales operadores: Diosdado Cabello, Vladimir Padrino y los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, señalados por su participación en actividades ilícitas y en la maquinaria represiva del régimen.
La presión se intensificó de inmediato. Horas después de la llamada, la Secretaría de Estado designó al Cartel de los Soles como Organización Terrorista Extranjera, acorralando judicial y financieramente al régimen chavista. Paralelamente, el Pentágono reforzó el cerco militar frente a las costas venezolanas, mientras el Tesoro y el Departamento de Estado iniciaron acciones para asfixiar económicamente al gobierno y atacar objetivos vinculados a la infraestructura del cartel entre diciembre y enero.
Ante rumores de un posible encuentro entre Trump y Maduro, la Casa Blanca lo negó tajantemente: “Es un invento”, señaló un vocero. Mientras tanto, los líderes opositores Edmundo González Urrutia y María Corina Machado permanecen atentos, convencidos de que la creciente presión podría acelerar la salida de Maduro y abrir paso a una transición democrática en Venezuela.
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