Fue en abril cuando celebramos el natalicio del gran general del aire, capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales, un joven audaz que nos enseñó, con su vida, la carrera y la pasión de volar, servir con determinación y de ser firme con las decisiones que podrían incluso, cambiar el curso de la historia. Sin embargo, es este mes de julio cuando conmemoramos el aniversario número 84 de su inmolación. Un acto que nos invita a reflexionar profundamente sobre el sacrificio, el liderazgo y el compromiso de servir al país.
A lo largo de la vida se nos es planteada una serie de problemáticas complejas que toman de nosotros más que un breve análisis. Generalmente influenciadas por factores externos, como el entorno, las decisiones de los demás, los peligros y las consecuencias. Esto no lo podemos controlar. Sin embargo, hay algo que siempre está en nuestras manos, y es que podemos elegir cómo actuamos nosotros ante ello. Lo único que controlamos es nuestra mente, y es precisamente este, el legado del capitán Quiñones.
El 23 de julio de 1941, durante el conflicto con Ecuador, volaba sobre Quebrada Seca protegiendo a los aviones de guerra y entonces sucedió, su avión fue alcanzado por fuego de los cañones enemigos. Él volaba bajo, el fuego lo alcanzó y en lugar de eyectarse, decidió. Convirtió su nave en un arma final y se lanzó directamente contra la zona enemiga, destruyéndola por completo. Le compró tiempo a sus compañeros y también le compró tiempo al Perú, en un conflicto del que posteriormente saldríamos victoriosos.
La destrucción, si es solo destrucción, carece de sentido. Todo lo que hacemos puede contener un propósito. Y cuando la razón de un acto nace del amor por otros, hasta lo irreversible cobra un significado. Esa es la razón.
Y como él mismo afirmó:
"El piloto, llegado el momento, debe ir hasta el sacrificio"
Excelente piloto, tenía una carrera asegurada, una astucia única y capacidades excepcionales de análisis, y al mismo tiempo, Amigo leal, tenía compañeros, patria, honor y un compromiso profundo con su deber.
Pensar en los demás y recordar nuestro compromiso con la vida, esa es la esencia de la Fuerza Aérea del Perú. Si te detienes solo a pensar en cómo la vida te afecta, el camino será complejo y cuesta arriba; pero si contemplas como tu vida también puede aportar e inspirar a otros, entonces alcanzarás la gloria, el honor, la grandeza. No siempre podemos elegir a quienes nos rodean, ni el entorno en el que nos toca actuar, pero sí podemos elegir lo que hacemos, cómo enfrentamos la adversidad. Eso nos enseñó nuestro héroe del aire, el honor y el control sobre uno mismo, al punto en que al entregar su vida por la patria, cambió el curso del conflicto. Y es de esta forma que su inmolación nos recuerda que la muerte, no es un fin, sino el inicio de algo nuevo.
Quiñones era audaz, visionario, apostaba por la modernidad, las naves potentes y la simplificación de procesos. Hoy, esa enseñanza sigue vigente. Ya no volamos en los mismos aviones, pero sí con los mismos valores. La Fuerza Aérea del Perú está gestando una nueva generación: personal en constante capacitación, con una mirada estratégica hacia el futuro, integrando aprendizajes modernos y tradicionales, tecnología e historia.
Esta es la Fuerza Aérea del Perú, somos el legado de elegir correctamente, somos el legado de un piloto atrevido, cuyo sacrificio no fue en vano, pues con este se perpetuó nuestro valor. Gracias, Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales.
Desde la región sur les deseamos un día de reflexión y conexión con el honor y el compromiso, valores fundamentales que nos definen como parte de la gloriosa Región de Hierro: Arequipa, (Ala Aérea N.° 3); Hospital Regional del Sur (HORES), La Joya (Grupo Aéreo N.° 2), Vítor (Grupo Aéreo N.° 4), Escuela de Comandos Aéreos – ESCOM, Tacna (AGTAC), Madre de Dios (AGMAL), Puno y Cusco. Grandes unidades de la Fuerza Aérea del Perú en el Sur del país.
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