Ella está en 5to grado de primaria y llegó a casa con un libro que debían terminar de leer. Se sentó en el sillón y en pocos minutos estaba sonriendo sola, luego de leer unas páginas suspiró y al final de le lectura me dijo en tono molesto: “Soso me parece un niño engreído”. Se refería al personaje principal de la lectura. Aprendemos aquello que nos emociona dice Francisco Mora, catedrático e investigador en neuroeducación.
Durante muchos años he puesto un libro delante de los niños y niñas, la reacción ha sido siempre la misma, curiosidad y deseo de relacionarse con los textos. Aunque, previo a ello he realizado varias acciones como: conocer sus gustos y preferencias, seleccionar textos que permita detonar su interés ya sea por el contenido, el formato, la imagen.
Crear el espacio adecuado, donde tengan la libertad de elegir el libro, de participar cuando se realicen las preguntas, sabiendo que se respetarán sus aportes y que son valiosos para el aprendizaje colectivo.
El proceso también invita a la socialización con sus compañeros acerca de sus reflexiones y finalmente la apropiación de sus historias y lecturas a través de dibujos, pintura, origami o aquella actividad que refuerce su experiencia.
Durante todo este proceso se participa, se lee, se canta, se analiza, se vive la lectura y se expresan emociones en todo el proceso de lectura y al compartir lo leído, al reflexionar y también al escuchar al compañero y sus vivencias, todo el tiempo el niño se emociona y también aprende.
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