Diciembre no es solo un mes de balances; para los arequipeños, es un momento de reflexión profunda bajo la sombra de nuestro Misti. Al cerrar este 2025, la pregunta es inevitable: ¿Hacia dónde camina nuestra provincia? Lamentablemente, el balance anual de la gestión provincial nos deja un sabor amargo. Lo que comenzó como una promesa de cambio se ha transformado en un monumento a la indiferencia.
Como bien mencionaba un amigo hace poco: “La indiferencia mata las pasiones, pero la empatía devuelve la fe”. Esa es la pieza que le falta al rompecabezas de la administración provincial. Durante este año, hemos visto una municipalidad que parece operar bajo una parálisis administrativa, una gestión que muchos ciudadanos ya califican de “acéfala”.
Arequipa no es una ciudad para tibios. No podemos permitir que la inseguridad siga robándonos la paz en las puertas de nuestras casas o que el caos vehicular nos arrebate horas valiosas con nuestras familias. Gestionar no es sentarse a esperar que los problemas se disuelvan; gestionar es tener el carácter para enfrentar las mafias y la estrategia para modernizar nuestra infraestructura.
Sin embargo, el balance no es del todo alentador. Persisten problemas estructurales en movilidad urbana, con un transporte público desordenado y una infraestructura vial que no logra responder al crecimiento de la ciudad. Los proyectos de mantenimiento y ampliación de vías han sido parciales y, en muchos casos, demorados. La ciudadanía percibe que la gestión no ha logrado articular un plan integral que ataque de raíz el caos vehicular.
El 2026 asoma en el horizonte como el año del gran reto. No podemos seguir importando discursos ni ensayando con la improvisación. Arequipa necesita recuperar su identidad de líder del sur. Necesitamos una autoridad que sienta el bache en la pista como si fuera el jardín de su casa.
Terminamos el año con la frente en alto y el carácter templado. Si la gestión actual ha decidido bajar los brazos ante el caos, nosotros los levantamos con más fuerza para trabajar. Porque como decía aquel popular mensaje: “¡La fe es lo más lindo de la vida!”, y mi fe está puesta en que juntos, con disciplina y amor por esta tierra de sillar, devolveremos a Arequipa el lugar que por historia le corresponde. ¡Feliz año, hermanos arequipeños!
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