La reciente propuesta de lanzar un programa dominical conducido por la presidenta Dina Boluarte ya dejó una oleada de críticas desde diversos sectores de la sociedad civil y política. En momentos en que la mandataria acumula más de ocho meses sin brindar declaraciones a la prensa, la idea de utilizar una plataforma televisiva para emitir mensajes unilaterales se percibe como un intento de desviar la atención pública de los problemas urgentes que enfrenta el país.
El malestar crece cuando se conoce que la producción del programa utilizaría recursos del Estado, en un contexto de crisis económica y presupuestos restringidos en sectores sensibles como salud, educación y seguridad ciudadana. El uso de fondos públicos con fines comunicacionales unidireccionales plantea una preocupación legítima sobre la transparencia y las prioridades del Ejecutivo. Voces críticas denuncian que se estaría maquillando la gestión gubernamental sin rendición de cuentas ante la prensa independiente.
A diferencia de otros formatos institucionales, este espacio estaría bajo el control del propio gobierno, sin posibilidad de repregunta o fiscalización directa. La imagen de una presidenta que se comunica a través de monólogos televisados, pero evita responder preguntas de periodistas, erosiona los principios democráticos del derecho a la información y el escrutinio público. La comunicación gubernamental no puede reemplazar el diálogo transparente con los medios y la ciudadanía.
Este programa dominical corre el riesgo de convertirse en una vitrina de propaganda oficial, cuando lo que el país requiere es una conducción que enfrente los problemas con apertura, responsabilidad y vocación democrática.
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