No suelo revisar las redes sociales del alcalde de Arequipa, pero esta vez su publicación fue rebotada por varios medios digitales, y francamente, no podía dejarla pasar. El texto que compartió no solo evidencia una preocupante desconexión con la realidad que viven los arequipeños, sino también una actitud intolerante hacia la crítica ciudadana, como si el cuestionamiento público fuera una amenaza y no una herramienta democrática.
¿A quién se le entiende?, pregunta el alcalde, como si la ciudadanía fuera incoherente por exigir obras bien hechas, por pedir planificación, por señalar errores. ¿Desde cuándo escuchar diversas voces se volvió un problema? Llama “opinólogos” a quienes opinan sobre la gestión, “profesionales de escritorio” a quienes cuestionan la capacidad técnica, “ilusionistas” a quienes sueñan con obras de envergadura, y “renegados” a quienes piden que se trabaje en vacaciones. ¿Así se refiere a los ciudadanos que lo eligieron?
Lo más curioso —y hasta esperanzador— es que luego de tres años de gestión, por fin parece haber aprendido alguito de administración pública. Al menos ahora menciona la Ley de Contrataciones, la Contraloría y hasta se atreve a formular preguntas sobre el Canon Minero. Es un avance mínimo, pero avance al fin.
Sin embargo, la publicación no responde con datos, sino con sarcasmo. ¿Cuánto recibe la MPA por canon minero? ¿Cuál es el tiempo promedio para ejecutar una obra? Son preguntas válidas, pero lanzadas como si fueran excusas, no como compromisos de transparencia. ¿Y qué decir del “plaqueo”? Culpar a la falta de educación ciudadana para justificar medidas punitivas sin reconocer fallas en la gestión del tránsito es simplista y evasivo.
Lo más grave es el tono: “Espero que no se arañen”, dice, como si el debate público fuera una pelea de egos. No, señor alcalde (como gusta que lo llamen). El debate es necesario, y la crítica es legítima. Lo que no se puede tolerar es que desde el sillón municipal se desacredite a quienes piensan distinto. Arequipa merece una autoridad que escuche, que rinda cuentas, y que entienda que gobernar no es imponer, sino dialogar.