Dina Boluarte ha demostrado, una vez más, que su prioridad no es el bienestar de los ciudadanos, sino su propio placer y ostentación. A pesar de la crisis ministerial, a pesar de la creciente inseguridad que aterroriza a las calles, a pesar de los muertos en Pataz y de la desaprobación abrumadora de su gestión, la señora se fue de gira. Esta vez, el destino fue el Vaticano, donde asistió la ceremonia de inicio de pontificado del Papa León XIV.
El Congreso, en una decisión que ha generado indignación, aprobó su salida del país con 68 votos a favor. Mientras tanto, la población sigue esperando respuestas ante los problemas urgentes que nos aquejan. La inseguridad ha alcanzado niveles alarmantes, con bandas criminales operando con impunidad. La crisis ministerial ha dejado al gobierno sin rumbo claro, con renuncias y cambios constantes en el gabinete. Sin embargo, Boluarte parece más interesada en conocer nuevos lugares, estrenar vestidos y lucir costosas joyas, que en enfrentar la realidad de su país. Como si no fuera suficiente, esta semana el Congreso le aprobó otro viajecito, esta vez a Ecuador, para asistir a la toma de mando del presidente Daniel Noboa. Con 57 votos a favor, la mandataria recibió luz verde para abandonar nuevamente el país, dejando atrás una nación sumida en el caos, el desgobierno y la delincuencia. La frivolidad con la que maneja su administración es evidente. Mientras los ciudadanos luchamos por sobrevivir en un contexto de crisis económica y social, Boluarte se pasea por eventos internacionales, ajena a las necesidades de su pueblo. El despilfarro de los bienes públicos es otra de las características de su gestión. Según informes, el viaje al Vaticano implicó un gasto exorbitante en la delegación presidencial, incluyendo pasajes y viáticos que suman miles de dólares; todo ello para tener una breve reunión informal en la sacristía de la Basílica de San Pedro, de 15 minutos, con el Papa León XIV, solo para felicitarlo, invitarlo a venir al Perú y obsequiarle una cruz de plata bañada en oro que, según la prensa, habría sido un regalo de un gobernador regional a Boluarte ¡encima de frívola, tacaña! En un país donde la pobreza sigue golpeando a millones de personas, este tipo de gastos resultan ofensivos. La indolencia ante los problemas nacionales y la falta de empatía con la ciudadanía serán, sin duda, la herencia que Boluarte deje para el olvido.
La historia juzgará su gestión como una de las más desconectadas de la realidad del país. Mientras los peruanos exigen soluciones, ella sigue preocupada por su imagen y sus viajes. La pregunta que queda es: ¿hasta cuándo el país soportará esta indiferencia? ¿Hasta cuándo seguiremos dormidos?
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