Eduardo Arana, ministro de Justicia, tiene razón, pero es ridiculizado. Ha dicho que las extorsiones avanzan porque “(los extorsionadores) llaman a una infinidad de personas y algunos aceptan por miedo”.
Es el mismo miedo y cobardía que dio paso a las extorsiones en el sector construcción hace más de 20 años. Por entonces, por un lado, el sector inmobiliario se consolidaba gracias al capítulo económico de la Constitución de 1993. Surgieron los créditos hipotecarios. La capacidad de pago de vastos sectores de la población se incrementaba. Y, por el otro lado, el sonsonete “el miedo se acabó”, inventado por los comunistas y los “cívicos” (ahora llamados progresía), despertaba a la criminalidad.
Supuestos trabajadores de construcción civil asaltaban obras y exigían cupos y puestos laborales para sus “afiliados”. Capataces y encargados de obra eran puestos de cabeza en cilindros de agua para ridiculizarlos, para ser burla de sus trabajadores.
Y así, sin tanto esfuerzo, las extorsiones se abrían paso. A los inversionistas no les importaba la salud moral de la sociedad. Accedieron a los requerimientos de los criminales disfrazados de obreros.
Sin mayor análisis, los delincuentes conocen el talón de Aquiles de la mayor parte de peruanos. La masa entretenida en la condenada “televisión basura”, pero a su vez primera en sintonía. En lugar de edificar una sociedad sujeta a los valores cívicos, los medios promueven una población floja, dispersa, banal, confundida, acobardada.
¿Cuántos han sido estafados con llamadas telefónicas? ¿A cuántos más les tocaron la puerta y con cuentos les robaron en sus narices? Entonces, ¿tiene o no razón el ministro de Justicia? La gente cae en la trampa de los delincuentes por no tomarse un tiempo para discernir cómo enfrentar esta ola criminal que no empezó ayer. ¿Existen en las zonas comerciales piquetes de defensa de los propios comerciantes para proteger sus negocios? La vil competencia es insolidaria e incapaz de organizar bloques de autodefensa.
Somos un país con una moral sometida a juicio. Un país esperando soluciones de un Estado ineficiente. La criminalidad se extiende y se burla de las buenas intenciones de los ingenuos.
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