Ayer comenzó la devolución de dinero para el vigésimo grupo de aportantes al Fondo Nacional de Vivienda (Fonavi). En los reportes mostrados por los medios de comunicación se apreciaron las dos caras de la moneda. Por un lado, adultos mayores que cobraron montos que les permitirán pasar unas fiestas con alegría y por otro a quienes no fueron beneficiados o, peor aún, recibieron cifras miserables que insultaban a sus años de aportaciones.
Así tuvimos el caso de un adulto mayor en Lima que recibió 46 soles, como lo acaba de leer, 46 soles por 12 años de aportaciones. Otro contemporáneo suyo, al borde de las lágrimas, mostraba su impotencia pues nuevamente no estaba incluido en la lista de beneficiarios. Ellos, que dieron los mejores años de su vida al aparato productivo del país eran nuevamente maltratados por un sistema que no entiende de los problemas que atraviesan los grupos vulnerables.
En Arequipa similar era el panorama. En agencias del Banco de la Nación como la ubicada en la avenida Mariscal Castilla, el 90% de los adultos mayores que acudían en búsqueda de la devolución de aportes no figuraba en el padrón de esta ocasión. Así, nuevamente debían retornar a casa con la desilusión en su billetera y en su corazón.
Lamentablemente, todo hace indicar que seguiremos viendo estos escenarios mientras no se avance de manera célere con la devolución de más aportes. Resulta urgente la necesidad de buscar mejores maneras de llegar a los adultos mayores que esperan la devolución de su dinero. No pueden estar yendo a la agencia bancaria cada vez que se anuncia un nuevo padrón. Ellos no merecen este trato. Nuestra sociedad y nuestros gobernantes todavía no adquieren la sensibilidad necesaria para evitar que los más vulnerables sean afectados por los golpes de la crisis.