Cuerpos en el asfalto, mensajes por WhatsApp con amenazas, disparos en la calle y familias que no saben si mañana volverán a abrazarse. Esta es la realidad del Perú del 2025. No se trata de una serie de Netflix, sino del país en el que naciste, estudias, trabajas o simplemente intentas sobrevivir. En solo seis meses, 963 personas fueron asesinadas. Una vida humana se apaga cada cuatro horas, según el Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef). Y aunque el dato parezca exagerado, es real. Tan real como el miedo que se respira cuando cae la noche.
No hace falta pertenecer a una banda criminal para convertirse en víctima. En el país hay exceso de ejemplos por ejemplo en Lima mataron a un colectivero delante de su padre.
La violencia ya no discrimina: arrasa con comerciantes, jóvenes, artistas, conductores, padres y madres.
Mientras tú estás viendo tu celular, alguien en tu ciudad puede estar siendo extorsionado con una amenaza de bomba o un disparo. Esta es la nueva normalidad que no deberíamos aceptar.
La Policía reconoce que el 96 % de los crímenes no se resuelven. Esa cifra es una sentencia de impunidad.
El crimen organizado crece porque sabe que no tiene freno. Aunque es grave, los especialistas advierten que “el delito se presenta como una forma rápida de obtener dinero” y sobre todo los jóvenes quieren ganar sin escrúpulos.
Escribo como periodista y como ciudadana harta de la indolencia gubernamental. El crimen no se combate con operativos mediáticos ni con discursos vacíos. Se enfrenta con estrategia, inteligencia, voluntad política y una ciudadanía informada que exija resultados.