Pensaba escribir sobre la era Fosasti y la nueva cara que pretendería impregnar en la selección nacional de fútbol; pero preferí atender el pedido de amigos lectores, que gustan de la columna, para cambiar esta fiebre que nos aturde y darle un nuevo giro al comentario deportivo, refiriéndonos a situaciones más positivas, que valen la pena resaltar.
Hace unos días una jovencita de apenas catorce años que se forma en Arequipa, nos dio una demostración y lección de destreza deportiva, ganando una medalla de oro para el Perú en los Juegos Sudamericanos Escolares que se desarrollaron en Chile.
Rocío Andía Arotaype es la joven atleta que se impuso en la prueba de marcha atlética de 3 mil metros a rivales de Brasil, Colombia, Chile y Bolivia. Con un estilo propio de atletas de élite, que la hicieron imparable, sacando dos vueltas de ventaja a las atletas de Chile y Bolivia y una vuelta a la brasileña y colombiana que se ubicaron en el segundo y tercer lugar, respectivamente.
Fue una histórica e impresionante hazaña, que fue resaltada por los propios periodistas chilenos que no terminaban de salir de su asombro, para elogiar la sensacional victoria conseguida por nuestra compatriota.
Este es un nuevo caso de los múltiples que se vienen presentando en el deporte peruano, en los que lamentablemente el gobierno hace oídos sordos. Mientras las autoridades están más enfrascadas en sus oscuros intereses, jóvenes como Rocío Andía pasan del anonimato a la fama, pero ni aun así logran despertar su interés.
He visto de cerca sus entrenamientos y lo conseguido es en base a mucho esfuerzo; como también la he visto a su hermana Mery Luz Andia, hoy calificada atleta, campeona nacional y sudamericana. Estoy seguro que Rocío seguirá su huella al compás de sus pasos firmes y vencedores.
Es hora de que las autoridades y las empresas privadas se den cuenta del potencial que tiene el deporte peruano. En lugar de dar millonadas al fútbol, deberían invertir en estas valiosas joyas que, con el apoyo adecuado, pueden alcanzar grandes cosas.