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Sin tiempo extra

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DIARIO VIRAL

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Nuevamente el deporte “rey” está en la vitrina y en la cotidianeidad del debate nacional. Y no estoy hablando de algún logro o victoria de la selección nacional, sino de algo que se está volviendo común: una derrota más. En países como el nuestro, subdesarrollados, es muy común asociar el fútbol a la idea de nación, patriotismo e identidad colectiva: tenemos la obligación de apoyar a la selección peruana de fútbol, así juegue contra el campeón del mundo; tenemos que creer, cuales niños en papanoel, que pueden ganarle a Leonel Messi. Y si no lo hacemos; es decir, si somos realistas, inmediatamente somos acusados de antipatriotas, casi unos Judas. 

El fútbol a menudo se vincula con la débil identidad cultural y un falso nacionalismo. Los éxitos de la selección peruana de fútbol generan un fuerte sentimiento de unidad y orgullo entre la población, lo que contribuye al fanatismo. Los eventos deportivos importantes, como la Copa del Mundo o, en este caso, las eliminatorias para el próximo mundial, a menudo se perciben como oportunidades para demostrar la grandeza de un país en el escenario internacional. Creemos que tenemos tan poco como país para mostrar al extranjero que confiamos en 90 minutos para “vendernos” al extranjero como un país rico, evidentemente no en fútbol. Ligado a ello, la aparición de estrellas del fútbol a nivel local e internacional puede llevar a la adoración de figuras deportivas como héroes (acordémonos de los famosos “cuatro fantásticos” o, recientemente, la nacionalización de peruanos nacidos en el extranjero, para que puedan jugar por la bicolor).

Estos ídolos se convierten en modelos a seguir para los jóvenes y contribuyen al fanatismo. Por otro lado, en países subdesarrollados, las condiciones políticas, sociales y económicas a menudo son difíciles (incremento del dólar, crisis económica, inestabilidad política, corrupción en todos los niveles, protestas en contra del régimen, asesinatos por parte del régimen de turno, etc.), en ese contexto, el fútbol proporciona una vía de escape emocional y una distracción de los problemas cotidianos. Los partidos y la pasión por el deporte ofrecen a las personas la oportunidad de olvidar sus preocupaciones por un tiempo, para alegría de los poderosos evidentemente. 

Creo que el fútbol es importante; pero, definitivamente, no es lo único ni lo más importante. Once jugadores, malos encima, no pueden definir lo que somos los peruanos. Noventa minutos, mal jugados, no pueden definir lo que es el Perú. Una federación corrupta de fútbol no puede definir a todas las instituciones de este país. Un enfurecido jugador que le quita su celular a un fanático y lo arroja, lleno de ira e impotencia, no puede representar a todos los peruanos. O ¿tal vez si?
 

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