Lo sucedido la semana que termina con el aeropuerto Jorge Chávez refleja el estado de nuestro sistema de vías de comunicación, muchas de las cuales ya afrontan varias décadas con algunos retoques y en muchos casos con la indiferencia de un Estado que solo aparece con escándalos de corrupción vinculados a proyectos fallidos.
Un aeropuerto, el primero del país, que en tantos años no pudo ampliar su infraestructura para recibir a más vuelos internacionales y que no cuenta con los suficientes planes de contingencia ante emergencias, pone en peligro a miles de personas. Aunque hubo avances, tanto del sector público como el privado, lo cierto es que un cortocircuito originó el colapso inmediato a nivel nacional.
Si trasladamos esta situación a provincias veremos que no hay mejoras. En Cusco, continúan los conflictos para la construcción de un nuevo terminal aéreo en la localidad de Chincheros que reforzaría el trabajo del aeropuerto Velasco Astete.
En Arequipa tenemos el Alfredo Rodríguez Ballón, que en unos años también quedará pequeño ante la creciente demanda de viajeros. Así vemos más ejemplos de la necesidad de mejorar nuestra infraestructura aeroportuaria, solo se necesita mayor decisión y gestión de nuestros gobernantes.
Recordemos también que un terminal aéreo representa muchas veces la primera impresión para los visitantes que llegan del exterior. Si ocurren situaciones como los problemas en la pista de aterrizaje del aeropuerto Jorge Chávez, estaremos mostrando una imagen pésima y ello es difícil de cambiar por más campañas que se hagan posteriormente.
Ante los problemas en el aeropuerto Jorge Chávez, se implementó como solución provisional llevarse luces de emergencia del terminal aéreo de Arequipa. Se desviste un santo para vestir a otro, pero aún no llegamos a atacar el real problema: un Estado que requiere más trabajo en equipo para el desarrollo de la sociedad.