En julio del 2021, Edwin Martínez Talavera logró los votos para ocupar una de las seis curules que a la región Arequipa le corresponden en el Congreso, el controvertido exalcalde de Mariano Melgar llegó al parlamento integrando el partido de los niños, Acción Popular.
Fue uno de los más votados de su agrupación política, dos años después es uno de los más rechazados. A Martínez, los puñetes, patadas e insultos no le son ajenos ni desconocidos, esta vez en la visita de representación, el parlamentario cosechó de su propia siembra, insultos, piedras, abucheos, botellas, obligaron al legislador a retirarse de un evento público en el que ni siquiera alcanzó a posar para la foto. Por supuesto, no celebramos la violencia.
Antes que más de 16 mil arequipeños votaran por él, de Martínez se sabía que en el 2018 siendo alcalde de Mariano Melgar, fue denunciado por agredir con un puñete en el rostro a un regidor, un año antes (2017) fue detenido por conducir en estado de ebriedad, terminó sentenciado cumpliendo reglas de conducta, de candidato a la alcaldía provincial, vergonzosamente; coincidiendo con su campaña política, se encadenó en la puerta de Palacio de Gobierno, logró la atención de los medios, luego de su detención.
Esos son los méritos o deméritos del congresista, su función legislativa la cumple sin brillo y distinción, como lo hacen también los otros cinco parlamentarios que representan la votación del electorado arequipeño.
Hemos fracasado con nuestra elección, tenemos en el Congreso a representantes inexpertos, unidos a quienes usan el poder, para legislar en defensa de sus intereses y cumplen un papel desestabilizador, pero están ahí por nuestra elección, tenemos que asumir nuestra responsabilidad, informarnos y enmendar de verdad, ni insultos ni piedras, solo un voto informado y responsable harán el cambio que necesitamos.
La violencia solo abona en la peligrosa polarización política y social que vivimos, lo ocurrido con Martínez, evidencia nuestra intolerancia e incapacidad de dialogar y pedir cuentas, de ninguna manera este comportamiento nos permite crecer y desarrollar como sociedad, así no se hace política.
No se puede negar el hartazgo de la población por la crisis económica y el comportamiento de nuestra clase política (a la que elegimos) pero tampoco se puede justificar la violencia e intolerancia. Arequipa puede distinguirse y recomponerse.
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