La reciente visita del rey de España con motivo del Congreso Internacional de la Lengua Española ha sido, sin duda, un evento de gran relevancia cultural y diplomática. La ciudad lució impecable, con calles ordenadas, seguridad reforzada y una logística digna de aplausos. Sin embargo, esta impecable organización nos deja una pregunta incómoda pero necesaria: ¿por qué ese nivel de orden y seguridad no se garantiza los 365 días del año para los ciudadanos que habitan esta ciudad?
Es admirable que se haya desplegado todo un operativo para recibir a una figura internacional, pero resulta preocupante que ese mismo compromiso no se refleje en el día a día de Arequipa. ¿Acaso el pueblo que lo eligió no merece también reverencias, respeto y protección constante? ¿No es el ciudadano común quien sostiene esta ciudad con su trabajo, sus impuestos y su voto?
La seguridad no debería ser un privilegio temporal ni un espectáculo para la prensa internacional. Las calles deben estar limpias, iluminadas y seguras siempre, no solo cuando hay visitas ilustres. El orden no puede ser una excepción, sino una norma. Y el respeto por la ciudadanía debe estar por encima de cualquier protocolo diplomático.
Celebramos el Congreso, celebramos la cultura, pero exigimos que ese mismo nivel de atención se extienda a todos los rincones de Arequipa, todos los días del año. Porque el verdadero honor no está en recibir a un rey, sino en servir con dignidad a su pueblo.