Dante Edmundo Zegarra López empezó a ser periodista desde la adolescencia, un privilegio motivado por su padre que era su gran colega. Está orgulloso de esta carrera, pues decidió ejercerla porque siente satisfacción, hoy sus noticias redactadas son parte de la historia de Arequipa. Además, tiene el orgullo de ser el máximo investigador sobre la vida de la beata Sor Ana de los Ángeles. Gracias a su devoción y profesionalismo, la historia de la mujer más importante de la ciudad será presentada en cines y plataformas del Perú, Latinoamérica y Norteamérica. En esta entrevista conoceremos a don Dante, un grandioso colega que ama al periodismo con todo su corazón.
¿Desde cuándo inició en el periodismo?
Me inicié muy joven. Era adolescente. Fue a raíz de la enfermedad de mi padre, quien era el jefe de la página deportiva de El Pueblo. Me envió al estadio Melgar a obtener los resultados de los encuentros de fútbol de Tercera División y los resultados de los concursos de Tiro en el campo del Club Monserrat. A propósito de esos inicios, hay una fotografía de la plana periodística de El Pueblo por los años cincuenta y pico, donde aparezco.
¿Por qué escogió ser periodista?
Creo que he tenido el complejo de Adán. Siempre he querido ser el primero en enterarme de los sucesos, el primero en difundirlos. Inicialmente el ser “datero” me mortificó pues cortaba la posibilidad de ir a la matinal de cine dominical. Fue una mañana dominguera en que conversando con un miembro de la Guardia Civil, el sargento Zanabria, me incentivó a que redactara las incidencias de los partidos, en vez de llevar solo datos a mi papá. Allí es donde descubrí que eso era lo que quería hacer en la vida. Escogí el periodismo por una satisfacción interior, quizás suene egoísta, pero es la motivación principal. Me hice periodista leyendo, viendo el trabajo de otros, recorriendo las calles. En esa época las universidades no tenían estudios de periodismo. Yo seguí estudios superiores de pedagogía, ciencias y de química. Mi única experiencia como profesor estuvo vinculado a la Educación Física que desempeñé en forma paralela a mi actividad periodística.
¿La comisión más importante que lo llenó de orgullo?
Todas las comisiones me han brindado una euforia especial. Nunca consideré una comisión como de menor interés. Es más, muchas veces esas comisiones de poca monta las convertía en interesantes. Me gustaba buscar el ángulo más rebuscado. Mi desafío era convertir lo aparentemente poco interesante en algo que llamara la atención. Me gustaba averiguar en las oficinas menos conocidas. Así por ejemplo muchas veces informé sobre la labor del Instituto de Salud Ocupacional, que jefaturaba el doctor Javier Carbonel. Gracias a su información, el público pudo conocer de una grave enfermedad que adolecían los mineros: la silicosis. Por ello, se comenzaron a adoptar medidas de seguridad que hasta ese entonces no se conocían.
¿Qué sintió cuando le dieron una jefatura?
Fui primero responsable de la página de Deporte Internacional, después responsable de la página sindical. En esta última me esforcé en conocer la mentalidad sindical. Incluso hice un curso en el centro de estudios laborales del Perú. Pero, mi primera jefatura con personal a cargo fue el 14 de febrero de 1975, el mismo día que me casé por lo civil. Fue un día con una mezcla de emociones. Mi esposa, Lourdes Mariel, se fue a su trabajo de profesora en el Cultural Peruano Norteamericano y luego a su casa. Yo me fui al canal 6 y luego a la casa de mis padres. Eso es otra historia. Años después dirigí un grupo de estudiantes de periodismo en el programa televisivo Punto de Vista, en canal 6. Tiempo después dirigí a un reducido grupo de profesionales en la Oficina Central de Informaciones en Tacna. A mi regreso, prometí a mi esposa, no volver a asumir ninguna dirección o jefatura. Pero la cabra tira al monte y a fines del siglo pasado, volví a las andanzas. Acepté la oferta de mi amigo Enrique Mendoza Núñez de ser subdirector de Arequipa al Día.
¿Qué es lo más fácil de ser periodista?
Todo y nada a la vez. Todo es fácil si uno está preparado y nada si solo tiene su titulada humanidad. Es muy fácil transitar por los atajos de las generalidades, pero eso es mediocridad.
¿Qué consejo dar a las nuevas generaciones?
Es difícil dar consejos. Solo puedo transmitir mis experiencias. Así, para escribir transmitiendo vida, hay que leer y releer los evangelios. Los evangelistas son grandes maestros. En pocas palabras transmiten vida, sentimientos sin adjetivos. También hay que leer a grandes maestros del periodismo como Indro Montanelli y su “Personajes” o a literatos como el sueco Par Largerkvist y “El Verdugo” o “El Enano”. Además, analicemos que el sueldo o el dinero nunca deben condicionar el máximo esfuerzo por desarrollar profesionalmente el trabajo. De lo contrario sería un gana pan, no un profesional. Hay que tener los ojos y los oídos abiertos siempre y en todas las direcciones.
¿Tiene una oración del reportero para hacer una labor justa? ¿Cuál es?
No sólo una oración. Adopté un decálogo que marcaba mi día a día. Pero vayamos primero con la ‘Oración del Reportero’ que la escribió un destacado periodista norteamericano Bob Consindine y que era mi Padre Nuestro del periodismo. (Leer pergamino)
El decálogo que adopté de Alfredo Amestoy, un periodista bilbaíno marca una regla de conducta:
Gana un amigo por día.
Estés donde estés, procura pasar inadvertido.
Lo que es secreto, guárdalo como tal. Mañana puedes necesitar una noticia del mismo informante.
Pregúntalo todo. El lector siempre quiere más.
Todo lo que veas u oigas, anótalo. La imaginación, luego, ante la máquina, es la peor compañera del periodista.
No bebas, aunque beban los que te acompañan. Estás en acto de servicio siempre que estés entre gente.
No importa nunca retener una primicia en el bolsillo. El riesgo de que otros te la ganen siempre será menor al que corres si la publicas sin la debida confirmación.
Con los colegas: en la noticia como gitanos; en el pan como hermanos.
Imprime a las fotos acción. A los relatos, emoción. Y a los títulos, conmoción.
En fin, si quieres vencer, sé veraz, sé veloz, sé vario y sé valiente.
¿Cómo recuerda a sus maestros?
En esta fecha tan simbólica para el periodismo, traigo a mi memoria con sincero agradecimiento a mis maestros. Sin duda el primero es mi padre, Luis Adán Zegarra Calderón que me dio los primeros lineamentos con la frase de Santo Tomás de Aquino: “Ojos miratus, manos palpatus”. Luego Juan José Barriga Gonzales, “El jefecito” que me obligó a reescribir mi primera nota más de 30 veces para que descubriera cómo se debe escribir un lead. Octavio Trillo y Ángel Vinicio Cornejo que me interesaron y me guiaron por la historia de Arequipa. Guillermo Galdos Rodríguez, gran amigo desde mi niñez y que me alentó en la investigación histórica. Javier Bustamante, aquel zurdo que anotaba todo y escribía interesantes crónicas. Óscar Linares Bustamante que me posibilitó dejar de vivir a la sombra de mi padre y comenzar un camino propio. Samuel Lozada Tamayo, que supo frenar mis impulsos recordándome que no era necesario golpear a nadie a mano limpia para hacerle sentir, sino que debería utilizar un guante porque igualmente le causada dolor, pero uno era un deportista. A todos ellos los recuerdo y pido al Señor los tenga gozando de su paz.