En el siglo XX un refrán se repetía entre los salones de los colegios del Perú “la letra entra con sangre”, frase con la que nunca estuvo de acuerdo el maestro y creador del libro Coquito, Everardo Zapata Santillana, por este texto millones de niños aprendieron a leer y demostró que sin agresión y un método pedagógico se puede contribuir a educar a los peruanos.
Don Everardo nació la misma fecha en la que se fundó Arequipa, el 15 de agosto, pero del año 1926 en el distrito de Cocachacra, provincia de Islay y desde que era alumno de la escuela normal San Juan Bautista de La Salle, en la Ciudad Blanca, no estuvo de acuerdo con los métodos antiguos.
Recuerda con lucidez, que estos consistían en obligar a los niños a memorizar hasta que se les quede grabado o de lo contrario eran castigados: “Yo decía: a los niños no se les puede pegar. Antes los profesores los masacraban, la letra con sangre entra, decían”, señaló.
Ante la deficiencia educativa, no se quedó de brazos cruzados y se propuso crear un nuevo método con el que los niños aprendan a leer rápido.
MÉTODO. En el gobierno de Bustamante y Rivero, don Everardo fue director y profesor de una escuela primaria en Punta de Bombón, en Mollendo. Ahí concibió el método que revolucionaria el aprendizaje en 1955.
La estrategua que ideó iba de lo sencillo, como aprender a leer vocales a lo complejo que era armar frase y todo texto siempre tenía una imagen. A partir de ello se formaban las oraciones, una idea que fue elogiado por sus colegas.
En 1955 terminó la primera edición de su libro, su trabajo fue arduo, nada sencillo, por ello tardó siete años. Lo que seguía era buscar el nombre de su obra y en su lista estaba “amanecer” o “manantial”, ideas que no le gustó a su amigo de promoción. Le recomendó el nombre de un niño, uno común en ese entonces era: Coquito. “¿Coquito? No me gusta, le dije”, contó.
Pero, ese mismo día en la noche, guardó su borrador bajo la almohada y durmió pensando en que nombre le pondría. Como si fuera el destino, soñó que estaba casado y tenía un hijo que era brillante y se llamaba Coquito.
“Cuando desperté dije: ¿Dónde está mi hijo” “ah, pero soy soltero”. Luego, de inmediato agarró el libro y sentenció: “Coquito yo te bautizo en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo”.
El libro no solo llegó a cada rincón del país sino por todo el continente americano. Gracias don Everardo por poner el nombre del Perú en lo alto.