El puente Grau, en el centro de Cusco, se convirtió en el escenario de una historia que revela la fractura entre humanidad e institucionalidad. Un adulto mayor en situación de calle fue retirado por las autoridades de salud para ser trasladado a un albergue temporal. Pero lejos de cerrar con empatía, el acto terminó con vecinos incendiando sus pertenencias: colchón, frazadas y objetos personales. Su desalojo marcó la pérdida no solo de su refugio, sino de sus últimos recuerdos materiales.
La escena fue presenciada por Hannah, una turista británica que también vivía debajo del puente. Al no comprender adónde llevaban a su ocasional compañero, reaccionó con desesperación. Se enfrentó a los serenos, a quienes agredió físicamente entre gritos de angustia. La mujer había sido vista en la zona durante semanas, rehusándose a dejar la vía pública pese a múltiples intentos de ayuda de autoridades locales y del consulado británico.
Según declaraciones de Mark Akinsen, cónsul honorario del Reino Unido en Cusco, Hannah ingresó como turista el 3 de marzo. Posteriormente fue víctima de un presunto asalto, perdió recursos económicos y terminó en condición de calle. Su visa está vencida y padece, según el diplomático, “problemas de salud mental que le impiden dimensionar su situación actual”. Pese a haber recibido apoyo económico y hospedaje, ella escapa de los refugios para volver bajo el puente.
Akinsen también indicó que se han contactado con la familia de Hannah. Su madre, de 82 años, no puede viajar de inmediato, y se busca que otro familiar venga a Perú para llevarla de regreso. Mientras tanto, Hannah permanece en situación de calle.