En una conversación íntima con Revista Médica en su consultorio en Trujillo, el doctor Miguel Ángel Hernández lanzó una advertencia clara: “El problema no es solo la dieta ni la falta de ejercicio. Es que nadie nos enseña qué hacer cuando el daño ya está hecho”. Explicó que muchos creen que comer frutas o caminar basta para cuidar la salud, pero recalcó:
“Eso ayuda, claro, pero no quita las placas que ya obstruyen tus arterias. Hay que limpiarlas de verdad”. Mostró fotos de pacientes con piernas hinchadas y ojos tristes, y confesó: “No culpo a la gente. Culpo al sistema que prefiere vender pastillas en vez de explicar soluciones reales”.
Con un tono más pedagógico, Hernández ilustró cómo el colesterol ataca el cuerpo: “El colesterol no solo bloquea tus arterias principales. Empieza con algo minúsculo, casi invisible. Pero con el tiempo forma capas gruesas como costras en las paredes internas de tus vasos”. Lo describió como grasa vieja en una sartén que nunca se limpia y remató: “Es el asesino silencioso. No duele al principio. Por eso la gente lo ignora. Pero luego se paga con hipertensión, infartos o derrames cerebrales”.
El médico agregó que no es el único enemigo. “Hay dos asesinos silenciosos más que viven en tus arterias”, dijo con firmeza. “Primero: los coágulos. Imagínate grumos de queso fresco pegados en tus vasos. Si se sueltan, pueden viajar al corazón o cerebro y matarte en segundos. Segundo: cristales de calcio y metales pesados.
Pequeñas agujas que endurecen tus arterias. Hacen la sangre venenosa con el tiempo”. Luego lanzó preguntas directas: “¿Te hinchas por las mañanas? ¿Te pitan los oídos? ¿Tienes mareos, insomnio, cansancio constante?” y advirtió: “Si has dicho sí a dos o más... tus vasos probablemente ya están enfermos”.
Ante la pregunta de si limpiar las arterias puede cambiar vidas, Hernández respondió sin titubeos: “Sí. Lo he visto con mis propios ojos cientos de veces. La gente deja de tomar pastillas, se siente más joven, duerme mejor, tiene más energía”. Recordó un caso especial: “Era una mujer de 75 años de Copiapó. Su familia ya se había despedido de ella.
Tenía la presión por las nubes. El hospital casi la había dado por muerta. Solo le di un consejo: ‘limpia sus vasos sanguíneos’. Pasaron tres meses y recibí una carta escrita por ella misma: ‘Doctor, me devolvió la vida. Camino, cocino, abrazo a mis nietos’”. Con emoción, concluyó: “Estas historias no salen en las noticias. Pero suceden todos los días”.
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